Logo de YouVersion
Icono de búsqueda

ESTER 4:1-14

ESTER 4:1-14 DHHE

Cuando Mardoqueo supo todo lo que había pasado, se rasgó la ropa en señal de dolor, se vistió con ropas ásperas, se echó ceniza sobre la cabeza y empezó a recorrer la ciudad dando gritos llenos de amargura. Así llegó hasta la entrada del palacio real, pues no se permitía que en él entrara nadie vestido de tal manera. También en cada provincia a donde llegaban la orden y el edicto del rey, hubo gran aflicción entre los judíos, que manifestaban su tristeza con ayunos, lágrimas y lamentos. Muchos de ellos se acostaron sobre ceniza y se vistieron con ropas ásperas. Las criadas al servicio de la reina Ester, y los hombres de su guardia personal, le comunicaron lo que estaba sucediendo. La reina, llena de angustia, envió ropas a Mardoqueo para que se cambiara las ásperas que llevaba puestas; pero él no quiso aceptarlas. Ester llamó entonces a Hatac, oficial de la guardia real, y le ordenó que fuera a ver a Mardoqueo y le preguntara qué estaba sucediendo y por qué hacía todo aquello. Hatac fue a hablar con Mardoqueo, que se encontraba en la plaza de la ciudad, frente a la puerta del palacio real, y Mardoqueo le puso al corriente de lo que pasaba, y de la cantidad de plata que Amán había prometido entregar al tesoro real a cambio de que los judíos fuesen exterminados. Además le dio una copia del decreto de exterminio publicado en Susa, para que se la llevara a Ester y así pudiese ella estar informada de todo. También recomendó a Ester que intercediera personalmente ante el rey y le suplicara en favor de su pueblo. Hatac regresó y contó a Ester lo que Mardoqueo le había dicho. Entonces Ester envió nuevamente a Hatac con esta respuesta para Mardoqueo: “Todos los que sirven al rey, y los habitantes de las provincias bajo su gobierno, saben que hay una ley que condena a muerte a todo hombre o mujer que entre en el patio interior del palacio para ver al rey sin que él le haya llamado, a no ser que el rey tienda su cetro de oro hacia esa persona en señal de clemencia, y le perdone así la vida. Por lo que a mí toca, hace ya treinta días que no he sido llamada por el rey.” Cuando Mardoqueo recibió la respuesta de Ester, le envió a su vez este mensaje: “No creas que tú, por estar en el palacio real, vas a ser la única judía que salve su vida. Si ahora callas y no dices nada, la liberación de los judíos vendrá de otra parte, pero tú y la familia de tu padre moriréis. ¡A lo mejor tú has llegado a ser reina precisamente para ayudarnos en esta situación!”

Lee ESTER 4