ÉXODO 5:1-22
ÉXODO 5:1-22 DHHE
Después de esto, Moisés y Aarón fueron a decirle al faraón: –Así ha dicho el Señor, el Dios de Israel: ‘Deja ir a mi pueblo al desierto, para que celebre allí una fiesta en mi honor.’ Pero el faraón contestó: –¿Y quién es ‘el Señor’, para que yo le obedezca y deje ir a los israelitas? Ni conozco al Señor, ni tampoco voy a dejar ir a los israelitas. Entonces ellos dijeron: –El Dios de los hebreos ha venido a nuestro encuentro; así que vamos a ir al desierto, a una distancia de tres días de camino, para ofrecer sacrificios al Señor nuestro Dios, no sea que nos haga morir con una peste o a filo de espada. Pero el rey de Egipto les dijo: –Moisés y Aarón, ¿por qué distraéis a la gente de su trabajo? ¡Marchaos y seguid trabajando! También les dijo el faraón: –Ahora que hay tantos israelitas en el país, ¿vais a hacer que dejen de trabajar? Aquel mismo día el faraón ordenó a los capataces y jefes de grupo: –Desde ahora ya no daréis paja a los israelitas para que hagan adobes, como se ha venido haciendo; ¡que vayan ellos mismos a recoger la paja! Pero exigidles la misma cantidad de adobes que han hecho hasta ahora. ¡Ni un solo adobe menos! Son unos holgazanes, y por eso gritan: ‘¡Vayamos a ofrecer sacrificios a nuestro Dios!’ Haced trabajar más duro a esa gente; mantenedlos ocupados, para que no hagan caso de mentiras. Los capataces y jefes de grupo salieron y fueron a decir a la gente: –El faraón ha ordenado que no se os siga dando paja. Desde ahora vosotros mismos tendréis que recogerla donde la encontréis. Pero no por eso se os va a rebajar la cantidad de adobes que tenéis fijada. Los israelitas se dispersaron por todo Egipto, en busca de rastrojo, para usarlo como paja. Todos los días los capataces del faraón les exigían la misma cantidad de adobes que hacían cuando se les daba la paja, y además golpeaban a los jefes de grupo israelitas, y les decían: –¿Cómo es que ni ayer ni hoy habéis completado la misma cantidad de adobes que antes hacíais? Los jefes de grupo israelitas fueron a quejarse al faraón, y le dijeron: –¿Por qué trata así Su Majestad a estos siervos suyos? Ya no se nos da paja; sin embargo se nos exige que hagamos adobes, y además se nos golpea. ¡La culpa es de la gente de Su Majestad! Pero el faraón contestó: –¡Vosotros no sois más que unos holgazanes! Por eso andáis diciendo: ‘Vayamos a ofrecer sacrificios al Señor.’ ¡Id a trabajar! Y aunque ya no se os dé la paja, tendréis que entregar la misma cantidad de adobes. Los jefes de grupo israelitas se vieron en aprietos cuando se les dijo que no debían reducir la producción diaria de adobes. Al salir de su entrevista con el faraón, se encontraron con Moisés y Aarón, que los estaban esperando, y les dijeron: –Que el Señor mire lo que habéis hecho, y os castigue. Porque vosotros tenéis la culpa de que el faraón y sus funcionarios nos miren mal. Vosotros mismos les habéis puesto la espada en la mano para que nos maten. Entonces Moisés dijo al Señor en oración: –Señor, ¿por qué tratas mal a este pueblo? ¿Para qué me enviaste?