GÉNESIS 27:18-46
GÉNESIS 27:18-46 DHHE
Entonces Jacob entró donde estaba su padre y le dijo: –¡Padre! –Aquí estoy. ¿Cuál de mis hijos eres tú? –preguntó Isaac. –Soy Esaú, tu primogénito –contestó Jacob–. Ya hice lo que me dijiste. Levántate, por favor; siéntate y come del animal que he cazado, y dame tu bendición. Entonces Isaac le preguntó: –¿Cómo pudiste encontrarlo tan pronto, hijo mío? –El Señor tu Dios me ayudó a encontrarlo –respondió Jacob. Pero Isaac le dijo: –Acércate y déjame tocarte, a ver si de veras eres mi hijo Esaú. Jacob se acercó para que su padre le tocara. Entonces Isaac dijo: “La voz es la de Jacob, pero los brazos son los de Esaú.” Así que no le reconoció, porque sus brazos tenían mucho vello, como los de su hermano Esaú. Pero cuando iba a darle su bendición, volvió a preguntarle: –¿De veras eres mi hijo Esaú? –Sí, yo soy Esaú –respondió Jacob. Entonces su padre le dijo: –Sírveme, hijo mío, para que coma de lo que cazaste, y entonces te daré mi bendición. Jacob sirvió de comer a su padre y también le trajo vino. Isaac comió y bebió, y luego le dijo: –Acércate, hijo, y dame un beso. Cuando Jacob se acercó para besarle, Isaac le olió la ropa. Entonces le bendijo con estas palabras: “Sí, este olor es de mi hijo. Es como el olor de un campo bendecido por el Señor. Que Dios te dé la lluvia del cielo, las mejores cosechas de la tierra, mucho trigo y mucho vino. Que mucha gente te sirva; que las naciones se arrodillen delante de ti. Gobierna a tus propios hermanos: ¡que se arrodillen delante de ti! Los que te maldigan serán malditos y los que te bendigan serán benditos.” Había terminado Isaac de bendecir a Jacob, y apenas había salido Jacob de donde estaba su padre, cuando Esaú regresó de cazar. También él preparó un guisado sabroso, se lo llevó a su padre y le dijo: –Levántate, padre; come del animal que tu hijo ha cazado, y dame tu bendición. Entonces Isaac le preguntó: –¿Quién eres tú? –Soy Esaú, tu primogénito –contestó. Isaac se sintió muy sorprendido, y con voz temblorosa dijo: –Entonces, ¿quién es el que fue a cazar y me trajo el guisado? Yo me lo comí todo antes de que tú llegaras, y le di mi bendición, y ahora él ha quedado bendecido. Cuando Esaú oyó lo que su padre decía, se echó a llorar amargamente y gritó: –¡Dame también a mí tu bendición, padre mío! Pero Isaac le contestó: –Ya vino tu hermano, y me engañó y se llevó la bendición que era para ti. –¡Con razón le pusieron por nombre Jacob! –dijo Esaú–. ¡Ya son dos veces las que me ha hecho trampa! Primero me quitó mi primogenitura, y ahora me ha quitado la bendición que me correspondía. ¿No has guardado ninguna otra bendición para mí? Isaac le contestó: –Mira, yo le he dado a Jacob autoridad sobre ti; le he dado por siervos a todos sus parientes, y le he deseado que tenga mucho trigo y mucho vino. ¿Qué puedo hacer ahora por ti, hijo mío? Esaú insistió: –¿No puedes dar más que una sola bendición, padre mío? ¡Bendíceme también a mí! Y volvió a llorar a gritos. Entonces Isaac le dijo: “Vivirás lejos de las tierras fértiles y de la lluvia que cae del cielo. Tendrás que defenderte con tu espada y serás siervo de tu hermano; pero cuando te hagas fuerte, te librarás de él.” Desde entonces Esaú odió a Jacob por la bendición que le había dado su padre, y pensaba: “Ya pronto estaremos de luto por la muerte de mi padre; después de eso, mataré a mi hermano Jacob.” Cuando Rebeca supo lo que Esaú estaba planeando, mandó llamar a Jacob y le dijo: –Mira, tu hermano Esaú quiere matarte para vengarse de ti. Por eso, hijo, escúchame: huye en seguida a Harán, a casa de mi hermano Labán. Quédate con él por algún tiempo, hasta que se le pase la ira a tu hermano y olvide lo que le has hecho. Entonces te mandaré aviso para que vuelvas. ¡No quiero perder a mis dos hijos en un solo día! Luego Rebeca dijo a Isaac: –Estoy cansada de la vida por culpa de esas hititas con las que Esaú se casó. Y si Jacob se casa con una hitita como estas que viven aquí en Canaán, valdrá más que me muera.