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JUECES 16:18-31

JUECES 16:18-31 DHHE

Dalila, comprendiendo que esta vez sí le había descubierto su secreto, mandó a decir a los jefes filisteos: –¡Ahora sí, venid, que Sansón me ha descubierto su secreto! Entonces ellos fueron a verla con el dinero en la mano. Dalila hizo que Sansón se durmiera con la cabeza recostada sobre sus piernas, y llamó a un hombre para que le cortara las siete trenzas de su cabellera. Luego ella comenzó a maltratarlo, y le gritó: –¡Sansón, te atacan los filisteos! Sansón se despertó creyendo que se libraría como las otras veces, pero no sabía que el Señor le había abandonado. Entonces los filisteos le echaron mano y le sacaron los ojos, y se lo llevaron a Gaza, en donde le sujetaron con cadenas de bronce y le pusieron a trabajar en el molino de la cárcel. Pero el cabello ya había empezado a crecerle de nuevo. Los jefes de los filisteos se reunieron para celebrar su triunfo y ofrecer sacrificios a su dios Dagón. Y cantaban: “Nuestro dios ha puesto en nuestras manos a Sansón, nuestro enemigo.” Y cuando la gente le vio, también cantó y alabó a su dios, diciendo: “Nuestro dios ha puesto en nuestras manos a Sansón, nuestro enemigo, que destruía nuestros campos y mataba a muchos de los nuestros.” Tan contentos estaban, que pidieron que les llevaran a Sansón para divertirse con él. Lo sacaron, pues, de la cárcel y se divirtieron a costa suya, y lo pusieron de pie entre dos columnas. Entonces Sansón dijo al muchacho que le llevaba de la mano: –Ponme donde pueda tocar las columnas que sostienen el templo. Quiero apoyarme en ellas. Todos los jefes de los filisteos se hallaban en el templo, que estaba lleno de hombres y mujeres. Había, además, como tres mil personas en la parte de arriba, mirando cómo los otros se divertían con Sansón. Entonces Sansón clamó al Señor, y le dijo: “Te ruego, Señor, que te acuerdes de mí tan solo una vez más, y que me des fuerzas para cobrarles a los filisteos mis dos ojos de una vez por todas.” Luego buscó con las manos las dos columnas centrales, sobre las que descansaba todo el templo, y apoyando ambas manos en ellas gritó: –¡Mueran conmigo los filisteos! Entonces empujó con toda su fuerza, y el templo se derrumbó sobre los jefes de los filisteos y sobre todos los que estaban allí. Fueron más los que mató Sansón al morir, que los que había matado en toda su vida. Después vinieron los hermanos y todos los parientes de Sansón, y recogieron su cuerpo y lo enterraron entre Sorá y Estaol, en la tumba de Manoa, su padre. Durante veinte años Sansón había sido caudillo de los israelitas.

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