JUECES 3:7-31
JUECES 3:7-31 DHHE
Los hechos de los israelitas fueron malos a los ojos del Señor, pues se olvidaron de él y adoraron a las diferentes representaciones de Baal y de Astarté. Por eso la ira del Señor se encendió contra ellos, y los entregó al poder de Cusán-risataim, rey de Mesopotamia. Durante ocho años, los israelitas tuvieron que servir a Cusán-risataim, hasta que suplicaron al Señor y él hizo que surgiera alguien para salvarlos. Este salvador fue Otoniel, hijo de Quenaz, hermano menor de Caleb: el espíritu del Señor vino sobre Otoniel, que acaudilló a los israelitas; salió a la batalla y el Señor le dio la victoria sobre Cusán-risataim. Después de esto hubo paz en la región durante cuarenta años. Después de la muerte de Otoniel, los israelitas volvieron a hacer lo malo a los ojos del Señor. Por eso el Señor dio a Eglón, rey de Moab, más poder que a Israel. Eglón hizo un pacto con los amonitas y los amalecitas, y atacó a Israel, tomando posesión de la ciudad de las palmeras. Durante dieciocho años, los israelitas tuvieron que servir a Eglón, hasta que suplicaron al Señor y él hizo que surgiera alguien para salvarlos. Ese salvador fue un zurdo llamado Ehud, hijo de Guerá, de la tribu de Benjamín. Un día, los israelitas enviaron el tributo a Eglón por medio de Ehud. Pero Ehud se hizo una espada de dos filos, como de medio metro de largo, y se la puso al cinto por debajo de la ropa y al lado derecho; luego se fue a llevar el tributo a Eglón, que era muy gordo. Después de entregarle a Eglón el tributo, Ehud salió con los que habían venido con él, pero al llegar a los ídolos que están cerca de Guilgal, Ehud regresó a donde estaba Eglón y le dijo: –Tengo un mensaje para Su Majestad, pero debo dárselo en privado. El rey ordenó entonces a los que estaban a su servicio que guardaran silencio y salieran de su presencia. En cuanto Ehud se quedó a solas con Eglón, que estaba sentado en la sala de verano, se acercó a él y le dijo: –El mensaje que traigo a Su Majestad es de parte de Dios. Al oir esto, Eglón se levantó de su trono; pero Ehud, que era zurdo, se llevó la mano izquierda al lado derecho, sacó su espada y se la clavó a Eglón en el vientre. Se la clavó tan fuerte que no solo entró toda la hoja, sino también la empuñadura, quedando cubierta la espada por la gordura de Eglón, pues Ehud no se la sacó. Después Ehud cerró las puertas con cerrojo y salió por la ventana. Cuando ya se había ido, llegaron los que estaban al servicio del rey, y al ver las puertas cerradas pensaron que el rey se había encerrado en la sala de verano para hacer sus necesidades. Pero al cabo de mucho esperar, empezaron a preocuparse al ver que el rey no salía. Entonces tomaron la llave, y al abrir encontraron a su amo tendido en el suelo. Mientras ellos perdían tiempo, Ehud huyó, y después de pasar los ídolos de Guilgal se refugió en Seirat. Cuando llegó a territorio israelita dio un toque de trompeta en los montes de Efraín, para llamar a los israelitas, y todos ellos bajaron de los montes con Ehud a la cabeza. Ehud les dijo que le siguieran, pues el Señor les daría la victoria sobre sus enemigos los moabitas. Entonces ellos le siguieron y tomaron posesión de los vados del Jordán, y no dejaron pasar a nadie. En aquella ocasión mataron a unos diez mil moabitas, todos ellos soldados fuertes y valientes. Ni uno solo escapó con vida. Así fue como los israelitas derrotaron a Moab. Después de esto hubo paz en la región durante ochenta años. El siguiente caudillo fue Samgar, hijo de Anat, que mató a seiscientos filisteos con una aguijada. Samgar también salvó a Israel.