JUECES 6:1-23
JUECES 6:1-23 DHHE
Pero los hechos de los israelitas fueron malos a los ojos del Señor, y durante siete años el Señor los entregó al poder de los madianitas. Como los madianitas oprimían cada vez más a los israelitas, estos, por temor a los madianitas, se hicieron escondites en los cerros, en las cuevas y en lugares difíciles de alcanzar. Siempre que los israelitas tenían algo sembrado, los madianitas, los amalecitas y la gente del oriente los atacaban. Acampaban en los territorios de Israel y destruían las cosechas hasta la región de Gaza, sin dejar a los israelitas nada que comer: ni ovejas ni bueyes ni asnos. Con sus tiendas de campaña y su ganado invadían el país y lo destruían todo. Venían con sus camellos en grandes multitudes, como una plaga de langostas. Por causa de los madianitas, los israelitas pasaban por muchas miserias, y finalmente pidieron ayuda al Señor. Cuando los israelitas pidieron al Señor que los librara de los madianitas, él les envió un profeta, que les dijo: “Así dice el Señor y Dios de Israel: ‘Yo os saqué de Egipto, donde vivíais como esclavos, y no solo os libré de los egipcios, sino también de todos los que os oprimían. A ellos los fui echando de delante de vosotros, y a vosotros os di su tierra. Y os dije que yo soy el Señor vuestro Dios, y que no tuvierais miedo a los dioses de los amorreos en cuya tierra vivís ahora; pero no me hicisteis caso.’ ” Entonces vino el ángel del Señor y se sentó bajo la encina que estaba en Ofrá, y que pertenecía a Joás, que era del clan de Abiézer. Gedeón, el hijo de Joás, estaba limpiando el trigo a escondidas, en el lagar, para que los madianitas no lo vieran. El ángel del Señor se le apareció y le dijo: –¡El Señor está contigo, hombre fuerte y valiente! Y Gedeón contestó: –Perdón, señor, pero si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos pasa todo esto? ¿Dónde están todos los milagros de que hablaban nuestros antepasados, cuando decían que el Señor nos sacó de Egipto? El Señor nos ha abandonado y nos ha entregado al poder de los madianitas. El Señor le miró y le dijo: –Usa la fuerza que tienes para ir a salvar a Israel del poder de los madianitas. Yo soy el que te envía. Pero Gedeón volvió a contestar: –Una vez más, perdón, Señor, pero ¿cómo voy a salvar a Israel? Mi clan es el más pobre de toda la tribu de Manasés y yo soy el menor de mi familia. El Señor le respondió: –Podrás hacerlo porque yo estaré contigo. Derrotarás a los madianitas como quien derrota a un solo hombre. Entonces Gedeón dijo: –Si me he ganado tu favor, dame una prueba de que realmente eres tú quien habla conmigo. Te ruego que no te vayas de aquí hasta que yo vuelva con una ofrenda que te quiero presentar. Y el Señor le aseguró: –Aquí estaré, esperando tu regreso. Gedeón se fue y preparó un cabrito, y con unos veinte litros de harina hizo panes sin levadura; luego puso la carne en una canasta y el caldo en una olla, y se lo llevó todo hasta la encina. El ángel de Dios le mandó poner sobre una roca la carne y los panes sin levadura, y derramar el caldo. Después que Gedeón hizo lo que se le había mandado, el ángel tocó la carne y los panes con la punta del bastón que tenía en la mano, y de la roca salió fuego que consumió la carne y los panes; luego el ángel del Señor desapareció de su vista. Al darse cuenta Gedeón de que se trataba del ángel del Señor, dijo: –¡Ay Señor, Señor! ¡He visto cara a cara al ángel del Señor! Pero el Señor le contestó: –No tengas miedo, que no vas a morir. Recibe mi paz.