MATEO 8
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IV. ACTIVIDAD PÚBLICA DE JESÚS (8–9)#8.1–9.38 Esta sección narrativa, colocada entre dos sermones, contiene diez milagros de Jesús y otros relatos, y muestra un aspecto importante de la actividad de Jesús, además de la enseñanza: sus hechos. Véase Introducción.
Jesús sana a un leproso
(Mc 1.40-45; Lc 5.12-16)
1Cuando Jesús bajó del monte, le seguía mucha gente. 2En esto se le acercó un hombre enfermo de lepra, que se puso de rodillas delante de él y le dijo:
–Señor, si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad. 3Jesús lo tocó con la mano, y dijo:
–Quiero. ¡Queda limpio!
Al momento, el leproso quedó limpio de su enfermedad.#8.2-3 Lepra: enfermedad repugnante de la piel; la persona enferma era considerada ritualmente impura y, por tanto, sanarla significaba también dejarla ritualmente limpia. A cualquiera que tocaba a un leproso se le consideraba impuro (cf. Lv 5.3); sin embargo, Jesús lo tocó con la mano para sanarlo. 4Jesús añadió:
–Mira, no se lo digas a nadie.#8.4 Cf. Mt 9.30; 12.16. No se lo digas a nadie: Sobre la prohibición de hablar abiertamente de los milagros de Jesús, véase Mc 1.34 nota i. Pero ve, preséntate al sacerdote y lleva la ofrenda ordenada por Moisés;#8.4 La ofrenda ordenada por Moisés: Se refiere a la purificación ritual (Lv 14.1-32). así sabrán todos que ya estás limpio de tu enfermedad.
Jesús sana al criado de un centurión romano#8.5-13 Uno de los pocos casos en los evangelios en que una persona no judía acude a Jesús. Cf. también Mt 15.21-28. El relato presenta muchas semejanzas con Jn 4.46-53.
(Lc 7.1-10)
5Al entrar en Cafarnaún, un centurión romano#8.5 Centurión romao: (lit. jefe de cien); oficial militar que, probablemente, tenía a su cargo el cuartel local de las tropas romanas que ocupaban el país. se le acercó para hacerle un ruego. 6Le dijo:
–Señor, mi asistente está en casa enfermo, paralítico, sufriendo terribles dolores.
7Jesús le respondió:
–Iré a sanarlo.#8.7 Iré a sanarlo: otra posible traducción: ¿He de ir yo a sanarlo?
8–Señor –le contestó el centurión–, yo no merezco que entres en mi casa. Basta que des la orden y mi asistente quedará sanado. 9Porque yo mismo estoy bajo órdenes superiores, y a la vez tengo soldados bajo mi mando. Cuando a uno de ellos le digo que vaya, va; cuando a otro le digo que venga, viene; y cuando ordeno a mi criado que haga algo, lo hace.
10Al oir esto, Jesús se quedó admirado y dijo a los que le seguían:
–Os aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con tanta fe como este hombre. 11Y os digo que muchos vendrán de oriente y de occidente,#8.11 Cf. Sal 107.2-3. y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos;#8.11 Lc 13.29. La salvación futura se representa aquí por la imagen de un banquete (cf. Is 25.6; Lc 14.15; Ap 19.9). 12en cambio, los que deberían estar en el reino serán arrojados a la oscuridad de fuera. Allí llorarán y les rechinarán los dientes.#8.12 Llorarán y les rechinarán los dientes: expresión que significa vendrán el llanto y la desesperación, y que aparece también en Mt 13.42,50; 22.13; 24.51; 25.30; Lc 13.28.
13Luego Jesús dijo al centurión:
–Vete a tu casa y que se haga tal como has creído.
En aquel mismo momento, el criado quedó sanado.
Jesús sana a la suegra de Pedro
(Mc 1.29-31; Lc 4.38-39)
14Jesús fue a casa de Pedro, donde encontró a la suegra de este en cama, con fiebre. 15Le tocó Jesús la mano y la fiebre desapareció. Luego se levantó y se puso a atenderlos.
Jesús sana a muchos enfermos
(Mc 1.32-34; Lc 4.40-41)
16Al anochecer llevaron a Jesús muchas personas endemoniadas. Con una sola palabra expulsó a los espíritus malos, y también curó a todos los enfermos. 17Esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el profeta Isaías: “Él tomó nuestras debilidades y cargó con nuestras enfermedades.”#8.17 Is 53.4. Véase Mt 1.22 n.
Los que querían seguir a Jesús
(Lc 9.57-62)
18Jesús, viéndose rodeado por la multitud, ordenó pasar a la otra orilla del lago.#8.18 A la otra orilla: a la orilla oriental. 19Se le acercó entonces un maestro de la ley, que le dijo:
–Maestro, deseo seguirte adondequiera que vayas.
20Jesús le contestó:
–Las zorras#8.20 Zorras: Véase Lc 13.32 n. tienen cuevas, y las aves, nidos; pero el Hijo del hombre#8.20 Hijo del hombre: el título que Jesús usaba con más frecuencia para referirse a sí mismo (véase Índice temático). no tiene donde recostar la cabeza.
21Otro, que era uno de sus discípulos, le dijo:
–Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre.#8.21 Cf. Gn 50.5; Tb 4.3-4.
22Jesús le contestó:
–Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos.#8.22 Deja que los muertos entierren a sus muertos: Posiblemente, expresión proverbial que hace un juego de palabras con los sentidos literal y figurado de la palabra muertos. El texto indica que seguir a Jesús es obligación aún más importante que los deberes familiares y sociales. Cf. Mt 10.37; Lc 14.26.
La tempestad apaciguada
(Mc 4.35-41; Lc 8.22-25)
23Jesús subió a la barca, y sus discípulos le acompañaron. 24De pronto se desató sobre el lago una tempestad tan fuerte que las olas cubrían la barca. Pero Jesús se había dormido. 25Sus discípulos fueron a despertarle, diciendo:
–¡Señor, sálvanos! ¡Nos estamos hundiendo!
26Él les contestó:
–¿Por qué tanto miedo? ¡Qué poca es vuestra fe!
Dicho esto se levantó, dio una orden al viento y al mar, y todo quedó completamente en calma. 27Ellos, asombrados, se preguntaban:
–¿Quién es este, que hasta los vientos y el mar le obedecen?#8.26-27 Cf. Sal 107.29.
Los endemoniados de Gadara
(Mc 5.1-20; Lc 8.26-39)
28Cuando llegó Jesús a la otra orilla del lago,#8.28 A la otra orilla: la orilla oriental. a la tierra de Gadara,#8.28 Gadara: Algunos mss. dicen Gergesa; otros dicen Gerasa (cf. Mc 5.1; Lc 8.26). La región pertenecía a la Decápolis (Mt 4.25 n.), donde una buena parte de la población no era judía. salieron dos endemoniados#8.28 Dos endemoniados: En varios relatos Mt menciona dos participantes, cuando Mc y Lc hablan de uno solo (cf. 20.29-34; 21.1-11; cf. también 9.27-31, sin paralelo en los otros sinópticos). de entre las tumbas#8.28 Entre las tumbas: Véase Mc 5.2-3 n. y se acercaron a él. Eran tan feroces que nadie podía pasar por aquel camino. 29Y se pusieron a gritar:
–¡No te metas con nosotros, Jesús, Hijo de Dios! ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?#8.29 Antes de tiempo: es decir, antes del día del juicio.
30A cierta distancia estaba comiendo una gran piara de cerdos, 31y los demonios rogaron a Jesús:
–Si nos expulsas, déjanos entrar en aquellos cerdos.#8.31 Puesto que los habitantes de aquella región no eran judíos, los cerdos no eran para ellos animales impuros como sí lo eran para los judíos (cf. Lv 11.7).
32–Id –les dijo Jesús.
Los demonios salieron de los hombres y entraron en los cerdos, y al momento todos los cerdos echaron a correr pendiente abajo hasta el lago, y se ahogaron.
33Los que cuidaban de los cerdos salieron huyendo, y al llegar al pueblo contaron lo sucedido, todo lo que había pasado con los endemoniados. 34Entonces salieron los del pueblo al encuentro de Jesús, y al verle le rogaron que se fuera de aquellos lugares.
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