Logo de YouVersion
Icono de búsqueda

1 SAMUEL 3:2-21

1 SAMUEL 3:2-21 Reina Valera 2020 (RV2020)

Un día estaba Elí acostado en su aposento, cuando sus ojos comenzaban a oscurecerse de modo que no podía ver. Samuel estaba durmiendo en el templo del Señor, donde se encontraba el arca de Dios; y antes que la lámpara de Dios fuera apagada, el Señor llamó a Samuel. Este respondió: —Aquí me tienes. Y corrió luego adonde estaba Elí, y le dijo: —Aquí me tienes; ¿para qué me has llamado? —Yo no te he llamado; vuelve y acuéstate —respondió Elí. Él se fue y se acostó. El Señor volvió a llamar a Samuel. Se levantó Samuel, vino adonde estaba Elí y le dijo: —Aquí me tienes; ¿para qué me has llamado? —Hijo mío, yo no te he llamado; vuelve y acuéstate —le respondió Elí. Samuel no había conocido aún al Señor, ni la palabra del Señor le había sido revelada. El Señor, pues, llamó por tercera vez a Samuel. Y él se levantó, vino ante Elí, y le dijo: —Aquí me tienes; ¿para qué me has llamado? Entonces entendió Elí que el Señor llamaba al joven, y le dijo: —Ve y acuéstate; y si te llama, di: «Habla, Señor, que tu siervo escucha». Así se fue Samuel y se acostó en su lugar. Vino el Señor, se paró y llamó como las otras veces: —¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: —Habla, que tu siervo escucha. Dijo el Señor a Samuel: —Yo haré una cosa en Israel que a quien la oiga le zumbarán ambos oídos. Aquel día yo cumpliré contra Elí todas las cosas que he dicho sobre su casa, desde el principio hasta el fin. Y le mostraré que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado contra Dios y él no se lo ha impedido. Por tanto, yo he jurado a la casa de Elí que la iniquidad de su linaje no será expiada jamás, ni con sacrificios ni con ofrendas. Samuel se quedó acostado hasta la mañana, y después abrió las puertas de la casa del Señor; pero temía contar la visión a Elí. Entonces Elí lo llamó y le dijo: —Samuel, hijo mío. —Aquí me tienes —respondió él. Elí dijo: —¿Qué te ha dicho? Te ruego que no me lo ocultes. Traiga Dios sobre ti el peor de los castigos, si me ocultas una palabra de todo lo que habló contigo. Entonces Samuel se lo manifestó todo, sin ocultarle nada. Y Elí dijo: —Él es el Señor; que haga lo que mejor le parezca. Samuel crecía y el Señor estaba con él; y no dejó sin cumplir ninguna de sus palabras. Todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, supo que Samuel era fiel profeta del Señor. Y el Señor volvió a aparecer en Silo, porque en Silo se manifestaba a Samuel la palabra del Señor.

1 SAMUEL 3:2-21 La Palabra (versión española) (BLP)

Cierto día Elí dormía en su habitación; sus ojos se estaban apagando y no podía ver. La lámpara divina aún no se había extinguido y Samuel dormía en el santuario del Señor, donde está el Arca de Dios. El Señor llamó a Samuel que respondió: —¡Aquí estoy! Fue corriendo adonde estaba Elí y le dijo: —Aquí estoy, presto a tu llamada. Elí le contestó: —Yo no te he llamado, hijo mío. Vuelve a acostarte. Y Samuel fue a acostarse. El Señor volvió a llamar otra vez a Samuel y este se levantó y se presentó ante Elí, diciendo: —Aquí estoy, presto a tu llamada. Elí contestó: —Yo no te he llamado, hijo mío. Vuelve a acostarte. Y es que Samuel todavía no conocía al Señor, ni se le había revelado su palabra. El Señor volvió a llamar a Samuel por tercera vez y él se levantó y se presentó ante Elí, diciendo: —Aquí estoy, presto a tu llamada. Entonces comprendió Elí que era el Señor quien llamaba al muchacho y le dijo: —Vuelve a acostarte y si alguien te llama, respóndele: «Habla, Señor, que tu servidor escucha». Y Samuel se fue a acostar a su habitación. El Señor volvió a insistir y lo llamó como antes: —¡Samuel! ¡Samuel! Y él le respondió: —Habla, que tu servidor escucha. Y el Señor dijo a Samuel: —Mira, voy a hacer una cosa en Israel que a los que la oigan les retumbarán los oídos. En ese momento voy a cumplir todo lo que he anunciado contra Elí y su familia de principio a fin. Ya le he comunicado que voy a condenar a su familia para siempre, porque él sabía que sus hijos ultrajaban a Dios, pero no los corrigió. Por eso, juro a la familia de Elí que ni sacrificios ni ofrendas podrán reparar nunca su delito. Samuel se acostó hasta la mañana siguiente. Luego abrió las puertas del santuario, pero no se atrevió a contarle a Elí la visión. Elí lo llamó: —Samuel, hijo mío. Y él contestó: —Aquí estoy. Elí le preguntó: —¿Qué te ha dicho? No me lo ocultes. Que Dios te castigue si me ocultas una sola palabra de lo que te ha dicho. Entonces Samuel se lo contó todo, sin omitir nada. Elí comentó: —Él es el Señor, que haga lo que mejor le parezca. Samuel seguía creciendo y el Señor lo protegía, sin dejar de cumplir ni una sola de sus palabras. Así supo todo Israel, desde Dan hasta Berseba, que Samuel era un profeta acreditado ante Dios. El Señor siguió manifestándose en Siló, donde revelaba su palabra a Samuel.

1 SAMUEL 3:2-21 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Pero un día Elí, que había comenzado a quedarse ciego y no podía ver bien, estaba durmiendo en su habitación. Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde se encontraba el arca de Dios. La lámpara del santuario seguía encendida. Entonces el Señor lo llamó: –¡Samuel! –¡Aquí estoy! –contestó él. Luego corrió adonde estaba Elí, y le dijo: –Aquí me tienes, ¿para qué me querías? –Yo no te he llamado –contestó Elí–. Vuelve a acostarte. Entonces Samuel fue y se acostó. Pero el Señor lo llamó otra vez: –¡Samuel! Samuel se levantó y fue junto a Elí, diciendo: –Aquí me tienes, ¿para qué me querías? –Yo no te he llamado, hijo mío –respondió Elí–. Vuelve a acostarte. Samuel no conocía al Señor todavía, pues él aún no le había manifestado nada. Pero por tercera vez llamó el Señor a Samuel, que se levantó y fue a decirle a Elí: –Aquí me tienes, ¿para qué me querías? Elí, comprendiendo entonces que era el Señor quien llamaba al joven, le dijo: –Ve a acostarte, y si el Señor te llama, respóndele: ‘Habla, que tu siervo escucha.’ Entonces Samuel se fue y se acostó en su sitio. Después llegó el Señor, se detuvo y lo llamó igual que antes: –¡Samuel! ¡Samuel! –Habla, que tu siervo escucha –contestó Samuel. El Señor le dijo: –Voy a hacer algo en Israel que hasta los oídos le dolerán a todo el que lo oiga. Ese día, sin falta, cumpliré a Elí todo lo que le he dicho respecto a su familia. Le he anunciado que voy a castigar a los suyos para siempre, por la maldad que él ya sabe; pues sus hijos me han maldecido y él no los ha reprendido. Por tanto, he jurado contra la familia de Elí que su maldad no se borrará jamás, ni con sacrificios ni con ofrendas. Después de esto, Samuel se acostó hasta la mañana siguiente, y entonces abrió las puertas del templo del Señor. Samuel tenía miedo de contarle a Elí la visión que había tenido, pero Elí lo llamó y le dijo: –¡Samuel, hijo mío! –Aquí estoy –respondió él. Elí le preguntó: –¿Qué es lo que te ha dicho el Señor? Te ruego que no me ocultes nada. ¡Que Dios te castigue con dureza si me ocultas algo de todo lo que te ha dicho! Samuel le declaró todo el asunto, sin ocultarle nada, y Elí exclamó: –¡Él es el Señor! ¡Hágase lo que a él le parezca mejor! Samuel creció, y el Señor le ayudó y no dejó de cumplir ninguna de sus promesas. Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, reconoció que Samuel era un verdadero profeta del Señor. Y el Señor volvió a revelarse en Siló, pues allí era donde él daba a conocer a Samuel su mensaje

1 SAMUEL 3:2-21 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Elí ya se estaba quedando ciego. Un día, mientras él descansaba en su habitación, Samuel dormía en el santuario del SEÑOR, donde se encontraba el arca de Dios. La lámpara de Dios todavía estaba encendida. El SEÑOR llamó a Samuel, y este respondió: ―Aquí estoy. Y en seguida fue corriendo adonde estaba Elí, y le dijo: ―Aquí estoy; ¿para qué me has llamado? ―Yo no te he llamado —respondió Elí—. Vuelve a acostarte. Y Samuel volvió a su cama. Pero una vez más el SEÑOR lo llamó: ―¡Samuel! Él se levantó, fue adonde estaba Elí y le dijo: ―Aquí estoy; ¿para qué me has llamado? ―Hijo mío —respondió Elí—, yo no te he llamado. Vuelve a acostarte. Samuel todavía no conocía al SEÑOR, ni su palabra se le había revelado. Por tercera vez llamó el SEÑOR a Samuel. Él se levantó y fue adonde estaba Elí. ―Aquí estoy —le dijo—; ¿para qué me has llamado? Entonces Elí se dio cuenta de que el SEÑOR estaba llamando al muchacho. ―Ve y acuéstate —le dijo Elí—. Si alguien vuelve a llamarte, dile: “Habla, SEÑOR, que tu siervo escucha”. Así que Samuel se fue y se acostó en su cama. Entonces el SEÑOR se le acercó y lo llamó de nuevo: ―¡Samuel! ¡Samuel! ―Habla, que tu siervo escucha —respondió Samuel. ―Mira —le dijo el SEÑOR—, voy a hacer en Israel algo que a todo el que lo oiga le quedará retumbando en los oídos. Ese día llevaré a cabo todo lo que he anunciado, de principio a fin, en contra de Elí y su familia. Ya le dije que por la maldad de sus hijos he condenado a su familia para siempre; él sabía que estaban blasfemando contra Dios y, sin embargo, no los refrenó. Por lo tanto, hago este juramento en contra de su familia: ¡Ningún sacrificio ni ofrenda podrá expiar jamás el pecado de la familia de Elí! Samuel se acostó, y a la mañana siguiente abrió las puertas de la casa del SEÑOR, pero no se atrevía a contarle a Elí la visión. Así que Elí tuvo que llamarlo. ―¡Samuel, hijo mío! ―Aquí estoy —respondió Samuel. ―¿Qué fue lo que te dijo el SEÑOR? —le preguntó Elí—. Te pido que no me lo ocultes. ¡Que Dios te castigue sin piedad si me ocultas una sola palabra de todo lo que te ha dicho! Samuel se lo refirió todo, sin ocultarle nada, y Elí dijo: ―Él es el SEÑOR; que haga lo que mejor le parezca. Mientras Samuel crecía, el SEÑOR estuvo con él y cumplió todo lo que le había dicho. Y todo Israel, desde Dan hasta Berseba, se dio cuenta de que el SEÑOR había confirmado a Samuel como su profeta. Además, el SEÑOR siguió manifestándose en Siló; allí se revelaba a Samuel y le comunicaba su palabra.