2 REYES 7:1-3
2 REYES 7:1-3 Reina Valera 2020 (RV2020)
Dijo entonces Eliseo: —Oíd la palabra del Señor: Así ha dicho el Señor: Mañana a estas horas, a la entrada de Samaria, podrá comprarse diez kilos de flor de harina con una moneda de plata, y veinte kilos de cebada por el mismo precio. Un príncipe sobre cuyo brazo el rey se apoyaba, respondió al hombre de Dios y le dijo: —Si el Señor abriera ahora ventanas en el cielo, ¿sería esto así? Eliseo le dijo: —Tú lo verás con tus propios ojos, pero no comerás de ello. Había a la entrada de la puerta cuatro hombres leprosos, y se decían los unos a los otros: —¿Por qué estamos aquí esperando la muerte?
2 REYES 7:1-3 La Palabra (versión española) (BLP)
Eliseo respondió: —Escuchad la palabra del Señor, pues dice así: Mañana a estas horas en el mercado de Samaría una medida de harina costará un siclo y lo mismo costarán dos medidas de cebada. El capitán, que era el brazo derecho del rey, respondió al profeta: —Eso no sucederá, ni aunque el Señor abra las compuertas del cielo. Eliseo replicó: —¡Tú mismo lo verás, pero no lo catarás! A la entrada de la ciudad había cuatro leprosos comentando entre sí: —¿Qué hacemos sentados aquí, esperando la muerte?
2 REYES 7:1-3 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Eliseo respondió: –Escucha la palabra del Señor. El Señor dice: ‘Mañana a estas horas, a la entrada de Samaria, se podrán comprar siete litros de harina por una sola moneda de plata, y también por una moneda de plata se podrán comprar quince litros de cebada.’ El ayudante personal del rey respondió al profeta: –Aun si el Señor abriera ventanas en el cielo no podría suceder lo que has dicho. Pero Eliseo contestó: –Pues tú lo verás con tus propios ojos, pero no comerás de ello. Mientras tanto, cuatro leprosos que estaban a la entrada de la ciudad se dijeron entre sí: –¿Qué hacemos aquí sentados esperando la muerte?
2 REYES 7:1-3 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Eliseo contestó: ―Oíd la palabra del SEÑOR, que dice así: “Mañana a estas horas, a la entrada de Samaria, podrá comprarse una medida de flor de harina con una sola moneda de plata, y hasta una doble medida de cebada por el mismo precio”. El ayudante personal del rey replicó: ―¡No me digas! Aunque el SEÑOR abriera las ventanas del cielo, ¡no podría suceder tal cosa! ―Pues lo verás con tus propios ojos —le advirtió Eliseo—, pero no llegarás a comerlo. Ese día, cuatro hombres que padecían de lepra se hallaban a la entrada de la ciudad. ―¿Qué ganamos con quedarnos aquí sentados, esperando la muerte? —se dijeron unos a otros—.