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2 SAMUEL 15:1-23

2 SAMUEL 15:1-23 Reina Valera 2020 (RV2020)

Aconteció después de esto, que Absalón adquirió carros, caballos y cincuenta hombres que corrieran delante de él. Se levantaba Absalón de mañana y se ponía a un lado del camino junto a la puerta, y a cualquiera que tenía pleito y venía ante el rey a juicio, Absalón lo llamaba y le decía: «¿De qué ciudad eres?». Él respondía: «Tu siervo es de una de las tribus de Israel». Entonces Absalón le decía: —Mira, tus palabras son buenas y justas; pero no tienes quien te oiga de parte del rey. Y añadía Absalón: —¡Quién me pusiera por juez en el país, para que vinieran ante mí todos los que tienen pleito o negocio, y yo les haría justicia! Cuando alguno se acercaba para postrarse ante él, le tendía la mano, lo abrazaba y lo besaba. De esta manera hacía con todos los israelitas que venían ante el rey a juicio; y así les robaba Absalón el corazón a los de Israel. Al cabo de cuatro años, Absalón dijo al rey: —Te ruego que me permitas ir a Hebrón a pagar el voto que había prometido al Señor. Porque cuando estaba en Gesur de Siria, tu siervo hizo este voto: «Si el Señor me hace volver a Jerusalén, yo serviré al Señor». —Ve en paz —le dijo el rey. Se levantó y fue a Hebrón. Entonces envió Absalón mensajeros por todas las tribus de Israel, que decían: —Cuando oigáis el sonido de la trompeta diréis: «¡Absalón reina en Hebrón!». Con Absalón fueron doscientos hombres de Jerusalén convidados por él, que iban inocentemente, sin saber nada. Mientras Absalón ofrecía los sacrificios, mandó a buscar en la ciudad de Gilo a Ahitofel, el gilonita, consejero de David. Así la conspiración se fortalecía, y aumentaba el pueblo que seguía a Absalón. Llegó un mensajero adonde estaba David, y dijo: —El corazón de todo Israel se va tras Absalón. Entonces David dijo a todos sus siervos que estaban con él en Jerusalén: —Levantaos y huyamos, porque no podremos escapar ante Absalón; apresuraos a partir, no sea que lo haga él y nos alcance, nos cause una desgracia y hiera la ciudad a filo de espada. Los siervos del rey le respondieron: —Tus siervos están listos para todo lo que nuestro señor y rey decida. El rey salió entonces, seguido de toda su familia. Y dejó el rey a diez concubinas para que guardaran la casa. Salió, pues, el rey con todo el pueblo que le seguía, y se detuvieron en un lugar distante. Todos sus siervos estaban a su lado. Todos los cereteos y peleteos, todos los geteos y seiscientos hombres que le habían seguido a pie desde Gat, iban delante del rey. Y dijo el rey a Itai, el geteo: —¿Para qué vienes tú también con nosotros? Vuelve y quédate con el rey, pues eres extranjero y estás desterrado de tu lugar. Ayer viniste, ¿y voy a obligarte hoy a que andes con nosotros? En cuanto a mí, yo iré a donde pueda ir; tú vuélvete y haz volver a tus hermanos. ¡Que el Señor te muestre amor permanente y fidelidad! Itai respondió al rey: —¡Vive Dios, y vive mi señor, el rey, que para muerte o para vida, donde esté mi señor, el rey, allí estará también tu siervo! Entonces David dijo a Itai: —Ven, pues, y pasa. Itai, el geteo, pasó con todos sus hombres y toda su familia. Todo el mundo lloraba a gritos. Pasó toda la gente el torrente de Cedrón; luego pasó el rey, y todo el pueblo pasó por el camino que va al desierto.

2 SAMUEL 15:1-23 La Palabra (versión española) (BLP)

Después de esto, Absalón se procuró un carro, caballos y una escolta de cincuenta hombres. Se ponía temprano junto al camino de la entrada de la ciudad y a todo el que llegaba con algún pleito a pedir justicia al rey, Absalón lo llamaba y le preguntaba: «¿De qué ciudad eres?». Cuando el interpelado le respondía: «este siervo tuyo es de tal tribu de Israel», entonces Absalón le decía: —Mira, tu demanda es buena y justa, pero no hay quien te atienda en el tribunal del rey. Y añadía: —Si me nombraran juez de este país, todo el que tuviese algún pleito podría llegar hasta mí y yo le haría justicia. Y cuando alguien se le acercaba para arrodillarse ante él, Absalón le tendía la mano, lo levantaba y lo abrazaba. Absalón actuaba de igual manera con todos los que iban a pedir justicia al rey, ganándose así el afecto de los israelitas. Al cabo de cuatro años, Absalón dijo al rey: —Permíteme ir a Hebrón a cumplir la promesa que hice al Señor, pues cuando tu servidor estaba en Guesur de Aram, hizo esta promesa: «Si el Señor me permite volver a Jerusalén, le ofreceré un sacrificio». David le respondió: —Vete en paz. Entonces Absalón marchó hacia Hebrón y envió espías por todas las tribus de Israel con esta consigna: —Cuando oigáis el toque de la trompeta, gritad: ¡Absalón reina en Hebrón! Absalón partió de Jerusalén con doscientos invitados que lo acompañaron con total ingenuidad y sin sospechar nada del asunto. Durante los sacrificios, Absalón mandó a buscar a su ciudad a Ajitófel, el de Guiló, consejero de David. La conspiración tomaba cuerpo, mientras iban aumentando los partidarios de Absalón. Alguien llevó a David esta información: —Los israelitas se han puesto de parte de Absalón. Entonces David dijo a todos los servidores que lo acompañaban en Jerusalén: —Preparaos para la huida, pues no tendremos escapatoria ante Absalón. Daos prisa en marchar, antes de que él llegue a alcanzarnos, precipite la desgracia sobre nosotros y pase a cuchillo la ciudad. Sus servidores le respondieron: —Majestad, tus siervos harán lo que tú decidas. El rey salió acompañado de toda su corte y dejó diez concubinas para guardar el palacio. El rey y toda la gente que lo acompañaba se detuvieron junto a la última casa de la ciudad. Todos sus servidores marchaban a su lado, mientras que los quereteos, los peleteos y los guititas, en total unos seiscientos hombres que lo siguieron desde Gat, marchaban delante de él. El rey dijo a Itay, el de Gat: —¿Cómo vienes tú también con nosotros? Vuelve y quédate con el rey, pues eres un extranjero, desterrado de tu país. Acabas de llegar ayer mismo y no voy a permitir que andes errante con nosotros, cuando ni yo mismo sé adónde voy. Vuélvete, pues, y llévate contigo a tus paisanos. Y que el Señor sea misericordioso y fiel contigo. Pero Itay le respondió: —¡Por el Señor y por el rey, mi señor! Allí donde esté mi señor, el rey, en vida o muerte, allí estará tu servidor. Entonces David le dijo: —Está bien, pasa. Y pasó Itay, el de Gat, con todos los hombres y los niños que lo acompañaban. Toda la gente lloraba a gritos mientras iba desfilando. Luego David cruzó el torrente Cedrón por el camino que lleva al desierto, y con él cruzó toda la gente.

2 SAMUEL 15:1-23 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Pasado algún tiempo, Absalón consiguió un carro de combate y caballos, y formó una guardia personal de cincuenta hombres. Se levantaba temprano y se ponía a la orilla del camino, a la entrada de la ciudad, y a todo el que llegaba para que el rey le hiciera justicia en algún pleito, lo llamaba y le preguntaba de qué ciudad venía. Si aquella persona respondía que era de alguna de las tribus de Israel, Absalón le decía: “Realmente tu demanda es justa y razonable, pero no hay quien te atienda por parte del rey.” Y añadía: “¡Ojalá yo fuera el juez de este país, para que vinieran a verme todos los que tienen pleitos legales y yo les hiciera justicia!” Además, cuando alguien se acercaba a saludarle, Absalón le tendía la mano, le abrazaba y le besaba. Esto lo hacía con todo israelita que iba a ver al rey para que le hiciera justicia, y así les robaba el corazón a los israelitas. Al cabo de cuatro años, Absalón le dijo al rey: –Ruego a Su Majestad que me permita ir a Hebrón, a cumplir la promesa que hice al Señor. Cuando este servidor de Su Majestad vivía en Guesur, en Siria, prometí al Señor que, si él me concedía volver a Jerusalén, yo le rendiría culto. –Puedes ir tranquilo –le respondió el rey. Entonces Absalón se fue a Hebrón. Pero al mismo tiempo envió unos mensajeros a todas las tribus de Israel para decirles que, en cuanto escucharan el toque de trompeta, anunciaran que Absalón había sido proclamado rey en Hebrón. Invitó además a doscientas personas de Jerusalén, las cuales fueron con él de buena fe y sin saber nada del asunto. Así mismo, Absalón mandó llamar a uno de los consejeros de David, llamado Ahitófel, el cual vivía en Guiló, su ciudad, para que le acompañara mientras él ofrecía los sacrificios. De modo que la conspiración iba tomando fuerza y seguían aumentando los seguidores de Absalón. Un mensajero fue a decirle a David que los israelitas estaban haciéndose partidarios de Absalón. Entonces David ordenó a todos los oficiales que estaban con él en Jerusalén: –¡Huyamos ahora mismo o no podremos escapar de Absalón! ¡Vamos, daos prisa, no sea que nos alcance y nos cause mucho daño, y mate a filo de espada a todos en la ciudad! Ellos respondieron al rey: –Estamos dispuestos a hacer lo que Su Majestad ordene. Así pues, el rey salió acompañado de toda la casa real, dejando solo a diez de sus concubinas para que cuidaran del palacio. Y después de haber salido el rey con todos sus acompañantes, se detuvieron en la última casa de la ciudad. A su lado se pusieron todos sus oficiales, mientras que todos los quereteos y peleteos de la guardia real, y los seiscientos gueteos que le habían seguido desde Gat, desfilaban ante él. En ese momento el rey dijo a Itai, el de Gat: –¿Por qué has venido tú también con nosotros? Es mejor que te vuelvas y te quedes con el nuevo rey, pues al fin y al cabo tú eres un extranjero desterrado de tu país. Apenas llegaste ayer, ¿y cómo voy a pedirte hoy que vengas con nosotros, si ni yo mismo sé a dónde voy? Es mejor que te vuelvas y te lleves contigo a tus paisanos. ¡Que el Señor te bendiga y te acompañe siempre! Itai respondió al rey: –Juro por el Señor y por Su Majestad, que dondequiera que Su Majestad se encuentre, sea para vida o para muerte, allí también estará este servidor suyo. –Entonces ven con nosotros –le contestó David. De esa manera se fue Itai con David, junto con todos sus hombres y la gente que le acompañaba. Todo el mundo lloraba amargamente. Pasaron todos el arroyo Cedrón; luego pasó el rey, y toda la gente siguió delante de él por el camino del desierto.

2 SAMUEL 15:1-23 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Pasado algún tiempo, Absalón consiguió carros de combate, algunos caballos y una escolta de cincuenta soldados. Se levantaba temprano y se ponía a la vera del camino, junto a la entrada de la ciudad. Cuando pasaba alguien que iba a ver al rey para que le resolviera un pleito, Absalón lo llamaba y le preguntaba de qué pueblo venía. Aquel le decía de qué tribu israelita era, y Absalón le aseguraba: «Tu demanda es muy justa, pero no habrá quien te escuche de parte del rey». En seguida añadía: «¡Ojalá me pusieran por juez en el país! Todo el que tuviera un pleito o una demanda vendría a mí, y yo le haría justicia». Además de esto, si alguien se le acercaba para inclinarse ante él, Absalón le tendía los brazos, lo abrazaba y lo saludaba con un beso. Esto hacía Absalón con todos los israelitas que iban a ver al rey para que les resolviera algún asunto, y así fue ganándose el cariño del pueblo. Al cabo de cuatro años, Absalón le dijo al rey: ―Permíteme ir a Hebrón, a cumplir un voto que le hice al SEÑOR. Cuando vivía en Guesur de Siria, hice este voto: “Si el SEÑOR me concede volver a Jerusalén, le ofreceré un sacrificio”. ―Vete tranquilo —respondió el rey. Absalón emprendió la marcha a Hebrón, pero al mismo tiempo envió mensajeros por todas las tribus de Israel con este mensaje: «Tan pronto como oigáis el toque de trompeta, exclamad: “¡Absalón reina en Hebrón!”» Además, desde Jerusalén llevó Absalón a doscientos invitados, los cuales lo acompañaron de buena fe y sin sospechar nada. Luego, mientras celebraba los sacrificios, Absalón mandó llamar a un consejero de su padre David, el cual se llamaba Ajitofel y era del pueblo de Guiló. Así la conspiración fue tomando fuerza, y el número de los que seguían a Absalón crecía más y más. Un mensajero le llevó a David esta noticia: «Todos los israelitas se han puesto de parte de Absalón». Entonces David les dijo a todos los oficiales que estaban con él en Jerusalén: ―¡Vámonos de aquí! Tenemos que huir, pues de otro modo no podremos escapar de Absalón. Démonos prisa, no sea que él se nos adelante. Si nos alcanza, nos traerá la ruina y pasará a toda la gente a filo de espada. ―Como diga nuestro señor y rey —respondieron los oficiales—; nosotros estamos para servirle. De inmediato partió el rey acompañado de toda la corte, con excepción de diez concubinas que dejó para cuidar el palacio. Habiendo salido del palacio con todo su séquito, se detuvo junto a la casa más lejana de la ciudad. Todos sus oficiales se pusieron a su lado. Entonces los quereteos y los peleteos, y seiscientos guititas que lo habían seguido desde Gat, desfilaron ante el rey. El rey se dirigió a Itay el guitita: ―¿Y tú por qué vienes con nosotros? Regresa y quédate con el rey Absalón, ya que eres extranjero y has sido desterrado de tu propio país. ¿Cómo voy a dejar que nos acompañes, si acabas de llegar y ni yo mismo sé a dónde vamos? Regresa y llévate a tus paisanos. ¡Y que el amor y la fidelidad de Dios te acompañen! Pero Itay le respondió al rey: ―¡Tan cierto como que el SEÑOR y mi rey viven, juro que, para vida o para muerte, iré adondequiera que mi rey vaya! ―Está bien —contestó el rey—, ven con nosotros. Así que Itay el guitita marchó con todos los hombres de David y con las familias que lo acompañaban. Todo el pueblo lloraba a gritos mientras David pasaba con su gente y, cuando el rey cruzó el arroyo de Cedrón, toda la gente comenzó la marcha hacia el desierto.