HECHOS 23:11-35
HECHOS 23:11-35 La Palabra (versión española) (BLP)
Durante la noche siguiente, el Señor se apareció a Pablo y le dijo: —Ten buen ánimo; has sido mi testigo en Jerusalén y habrás de serlo también en Roma. Al amanecer, los judíos tramaron un complot, jurando no probar bocado ni beber nada hasta haber dado muerte a Pablo. Eran más de cuarenta las personas que participaban en esta conjuración. Se presentaron después ante los jefes de los sacerdotes y demás dirigentes y les comunicaron: —Hemos jurado solemnemente no probar absolutamente nada hasta que matemos a Pablo. Resta ahora que vosotros, con la anuencia del Consejo, solicitéis del comandante que os entregue a Pablo con el pretexto de examinar su causa más detenidamente. Nosotros nos encargaremos de eliminarlo en cuanto llegue. Pero el hijo de la hermana de Pablo se enteró del complot y logró entrar en la fortaleza para poner a Pablo sobre aviso. Pablo llamó enseguida a un oficial y le dijo: —Lleva a este muchacho ante el comandante, pues tiene algo que comunicarle. El oficial tomó al muchacho y lo presentó al comandante con estas palabras: —Pablo, el preso, me ha llamado para pedirme que te traiga a este muchacho. Tiene algo que decirte. El comandante lo tomó de la mano, lo llevó aparte y le preguntó: —¿Qué quieres decirme? El muchacho se explicó así: —Los judíos han acordado pedirte que mañana lleves a Pablo ante el Consejo Supremo con la excusa de obtener datos más precisos sobre él. Pero no les creas, pues más de cuarenta de ellos van a tenderle una emboscada y han jurado solemnemente no comer ni beber hasta matarlo. Ya están preparados y solo esperan tu respuesta. El comandante despidió al muchacho, advirtiéndole: —No digas a nadie que me has informado sobre este asunto. Seguidamente llamó a dos oficiales y les dio estas instrucciones: —Hay que salir para Cesarea a partir de las nueve de la noche. Tened preparada al efecto una escolta compuesta por doscientos soldados de infantería, setenta de caballería y doscientos lanceros. Preparad también cabalgadura para Pablo y llevadlo sano y salvo ante Félix, el gobernador. Entre tanto, él escribió una carta en los siguientes términos: «De Claudio Lisias al excelentísimo gobernador Félix. Salud. El hombre que te envío fue apresado por los judíos. Cuando estaban a punto de matarlo, intervine militarmente y lo libré, pues tuve conocimiento de que era ciudadano romano. Queriendo luego averiguar en qué se basaban las denuncias formuladas contra él, hice que compareciera ante su Consejo Supremo. He sacado la conclusión de que le hacen cargos sobre cuestiones relativas a su ley, pero ninguna acusación hay por la que deba morir o ser encarcelado. No obstante, al recibir informes de que se preparaba un complot contra él, he decidido enviártelo rápidamente, a la vez que he puesto en conocimiento de sus acusadores que deben formular sus demandas ante ti». De acuerdo con las órdenes recibidas, la escolta tomó a su cargo a Pablo y lo condujo de noche hasta Antípatris. Al día siguiente, los demás soldados regresaron a la fortaleza, dejando que prosiguieran con Pablo los de caballería. A su llegada a Cesarea, estos hicieron entrega de la carta al gobernador y dejaron a Pablo en sus manos. Leído el mensaje, el gobernador preguntó a Pablo de qué provincia era; al saber que procedía de Cilicia, le dijo: —Te interrogaré cuando lleguen tus acusadores. A continuación mandó custodiar a Pablo en el palacio de Herodes.
HECHOS 23:11-35 Reina Valera 2020 (RV2020)
A la noche siguiente se le presentó el Señor a Pablo y le dijo: —Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén es necesario que testifiques también en Roma. Cuando fue de día, algunos de los judíos tramaron una conspiración y juraron bajo pena de maldición no probar bocado ni beber nada hasta haber dado muerte a Pablo. Eran más de cuarenta las personas que participaron en esta conjuración. Luego fueron a los principales sacerdotes y a los ancianos y les dijeron: —Nosotros hemos jurado, bajo maldición, que no comeremos nada hasta que hayamos dado muerte a Pablo. Ahora falta que vosotros, con la aprobación del Concilio, solicitéis del comandante que os lo entregue con el pretexto de que queréis indagar más exactamente alguna cosa acerca de él. Nosotros nos encargaremos de acabar con él en cuanto llegue. Pero el hijo de la hermana de Pablo, se enteró de lo que estaban tramando y fue a la fortaleza para contárselo a Pablo. Entonces Pablo llamó a uno de los centuriones y le dijo: —Lleva a este joven ante el comandante, porque tiene algo que comunicarle. Él entonces le tomó, le llevó ante el comandante y dijo: —El preso Pablo me ha llamado y me ha pedido que traiga ante ti a este joven. Tiene algo que decirte. El comandante lo tomó de la mano, lo llevó aparte y le preguntó: —¿De qué me tienes que informar? Él respondió: —Los judíos han acordado pedirte que mañana lleves a Pablo ante el Concilio, con el pretexto de obtener datos más precisos sobre él. Pero tú no los creas, porque más de cuarenta de sus hombres van a tenderle una trampa, y han jurado bajo pena de maldición no comer ni beber hasta matarlo. Están dispuestos a hacerlo, y solo esperan tu respuesta. Entonces el comandante despidió al joven y le ordenó que no dijese a nadie que le había informado sobre este asunto. Llamó el comandante a dos centuriones y ordenó que para las nueve de esa noche prepararan doscientos soldados, setenta jinetes y doscientos lanceros para que fueran hasta Cesarea. También pidió que dispusieran cabalgaduras para llevar a Pablo sano y salvo ante la presencia de Félix, el gobernador. A tal efecto, escribió una carta en estos términos: «Claudio Lisias al excelentísimo gobernador Félix: Salud. Este hombre que te envío fue apresado por los judíos y estando a punto de darle muerte, intervine con una compañía de soldados para liberarle porque tuve conocimiento de que era romano. Quise saber la causa por la que le acusaban y le llevé ante su Concilio. Supe que los judíos le acusaban por cuestiones relativas a su ley, mas carecía de acusación alguna digna de muerte o de prisión. Ahora bien, habiendo sido avisado de que los judíos quieren tenderle una trampa, he decidido enviártelo rápidamente, a la vez que he exigido a sus acusadores que traten en tu presencia lo que tengan en su contra. Salud». De acuerdo con las órdenes recibidas, los soldados tomaron a Pablo y lo condujeron de noche hasta Antípatris. Al día siguiente los soldados de caballería continuaron el viaje con él, mientras que el resto de la guarnición regresó a la fortaleza. Cuando llegaron a Cesarea, entregaron la carta al gobernador y presentaron ante él a Pablo. El gobernador, leída la carta, preguntó de qué provincia era. Al saber que era de Cilicia le dijo: —Te oiré cuando vengan tus acusadores. Y mandó que le custodiaran en el pretorio de Herodes.
HECHOS 23:11-35 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
A la noche siguiente, el Señor se apareció a Pablo y le dijo: “Ánimo, Pablo, porque así como has dado testimonio de mí aquí en Jerusalén, así tendrás que darlo también en Roma.” Al día siguiente, algunos judíos se pusieron de acuerdo en contra de Pablo y juraron bajo maldición no comer ni beber hasta que le hubiesen matado. Eran más de cuarenta hombres los que así se habían conjurado. Se dirigieron, pues, a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos de los judíos y les dijeron: –Nosotros hemos jurado bajo maldición no comer nada hasta que no matemos a Pablo. Ahora, vosotros y los demás miembros de la Junta Suprema pedidle al comandante que lo traiga mañana ante vosotros, con el pretexto de investigar su caso más a fondo. Nosotros estaremos preparados para matarle antes de que llegue. Pero el hijo de la hermana de Pablo se enteró del asunto y fue a avisarle al cuartel. Pablo llamó a uno de los centuriones y le dijo: –Lleva a este muchacho al comandante, porque tiene algo que comunicarle. El centurión le llevó al comandante, a quien dijo: –El preso Pablo me ha llamado y me ha pedido que te traiga a este muchacho, que tiene algo que comunicarte. El comandante tomó de la mano al muchacho, y llevándolo aparte le preguntó: –¿Qué quieres decirme? Contestó el muchacho: –Los judíos se han puesto de acuerdo para pedirte que mañana lleves a Pablo ante la Junta Suprema, con el pretexto de que quieren investigar su caso más a fondo. Pero no los creas, porque le esperan escondidos más de cuarenta de sus hombres, que han jurado bajo maldición no comer ni beber hasta matar a Pablo. Ahora ya están preparados, esperando solamente que les des una respuesta. Entonces el comandante despidió al muchacho, ordenándole que no dijera a nadie lo que le había contado. El comandante llamó a dos de sus centuriones y les dio orden de preparar doscientos soldados de a pie, setenta de a caballo y doscientos lanceros, para ir a Cesarea a las nueve de la noche. Mandó además preparar caballos para que Pablo montara, y dio orden de llevarle sano y salvo ante el gobernador Félix. Con ellos envió una carta que decía: “De Claudio Lisias al excelentísimo gobernador Félix: Saludos. Los judíos habían apresado a este hombre e iban a matarle, pero yo, que supe que se trataba de un ciudadano romano, acudí con mis soldados y lo libré. A fin de enterarme de qué le acusaban, le llevé ante la Junta Suprema de los judíos, y resultó que le acusaban de asuntos de su ley; pero no había razón para darle muerte, y ni siquiera para tenerle en la cárcel. Pero como he sabido que los judíos han hecho planes para matarlo, ahí te lo envío; y he pedido también a quienes le acusan que expongan ante ti lo que tengan contra él.” Los soldados, conforme a las órdenes que habían recibido, tomaron a Pablo y lo llevaron de noche a Antípatris. Al día siguiente, los soldados de a pie regresaron al cuartel, y los de a caballo siguieron el viaje con Pablo. Al llegar a Cesarea dieron la carta al gobernador y le entregaron también a Pablo. Después de leer la carta, el gobernador preguntó de dónde era Pablo, y al saber que era de Cilicia le dijo: –Te oiré cuando vengan los que te acusan. Luego dio orden de ponerle bajo vigilancia en el palacio de Herodes.
HECHOS 23:11-35 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
A la noche siguiente, el Señor se apareció a Pablo y le dijo: «¡Ánimo! Así como has dado testimonio de mí en Jerusalén, es necesario que lo des también en Roma». Muy de mañana, los judíos tramaron una conspiración y juraron bajo maldición no comer ni beber hasta que lograran matar a Pablo. Más de cuarenta hombres estaban implicados en esta conspiración. Se presentaron ante los jefes de los sacerdotes y los ancianos, y les dijeron: ―Nosotros hemos jurado bajo maldición no comer nada hasta que logremos matar a Pablo. Ahora, con el respaldo del Consejo, pedidle al comandante que haga comparecer al reo ante vosotros, con el pretexto de obtener información más precisa sobre su caso. Nosotros estaremos listos para matarlo en el camino. Pero, cuando el hijo de la hermana de Pablo se enteró de esta emboscada, entró en el cuartel y avisó a Pablo. Este llamó entonces a uno de los centuriones y le pidió: ―Lleva a este joven al comandante, porque tiene algo que decirle. Así que el centurión lo llevó al comandante, y le dijo: ―El preso Pablo me llamó y me pidió que te trajera este joven, porque tiene algo que decirte. El comandante tomó de la mano al joven, lo llevó aparte y le preguntó: ―¿Qué quieres decirme? ―Los judíos se han puesto de acuerdo para pedirte que mañana lleves a Pablo ante el Consejo con el pretexto de obtener información más precisa acerca de él. No te dejes convencer, porque más de cuarenta de ellos lo esperan emboscados. Han jurado bajo maldición no comer ni beber hasta que hayan logrado matarlo. Ya están listos; solo aguardan a que tú les concedas su petición. El comandante despidió al joven con esta advertencia: ―No le digas a nadie que me has informado de esto. Entonces el comandante llamó a dos de sus centuriones y les ordenó: ―Alistad un destacamento de doscientos soldados de infantería, setenta de caballería y doscientos lanceros para que vayan a Cesarea esta noche a las nueve. Preparad también cabalgaduras para llevar a Pablo sano y salvo al gobernador Félix. Además, escribió una carta en estos términos: Claudio Lisias, a su excelencia el gobernador Félix: Saludos. Los judíos prendieron a este hombre y estaban a punto de matarlo, pero yo llegué con mis soldados y lo rescaté, porque me había enterado de que es ciudadano romano. Yo quería saber de qué lo acusaban, así que lo llevé al Consejo judío. Descubrí que lo acusaban de algunas cuestiones de su ley, pero no había contra él cargo alguno que mereciera la muerte o la cárcel. Cuando me informaron que se tramaba una conspiración contra este hombre, decidí enviártelo en seguida. También ordené a sus acusadores que expongan delante de ti los cargos que tengan contra él. Así que los soldados, según se les había ordenado, tomaron a Pablo y lo llevaron de noche hasta Antípatris. Al día siguiente dejaron que la caballería siguiera con él mientras ellos volvían al cuartel. Cuando la caballería llegó a Cesarea, le entregaron la carta al gobernador y le presentaron también a Pablo. Félix leyó la carta y preguntó de qué provincia era. Al enterarse de que Pablo era de Cilicia, le dijo: «Te daré audiencia cuando lleguen tus acusadores». Y ordenó que lo dejaran bajo custodia en el palacio de Herodes.