HECHOS 9:10-18
HECHOS 9:10-18 Reina Valera 2020 (RV2020)
Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: —Ananías. Él respondió: —Aquí estoy, Señor. El Señor le dijo: —Levántate, ve a la calle llamada Derecha y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, que es natural de Tarso, él está orando y ha tenido una visión en la que un hombre llamado Ananías entra en la casa y le hace recuperar la visión tras imponerle las manos. Ananías respondió: —Señor, he oído a muchas personas hablar acerca de ese hombre y del daño que ha causado a tus fieles en Jerusalén. Además aquí tiene plenos poderes otorgados por los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre. El Señor replicó: —Ve, porque este es mi instrumento escogido para que anuncie mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de Israel. Yo mismo le mostraré lo que habrá de sufrir por causa de mi nombre. Ananías fue y entró en la casa, puso sobre él las manos y dijo: —Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Al instante cayeron de sus ojos como escamas y recobró la vista. Luego se levantó, fue bautizado
HECHOS 9:10-18 La Palabra (versión española) (BLP)
Residía en Damasco un discípulo llamado Ananías. En una visión oyó que el Señor lo llamaba: —¡Ananías! —Aquí estoy, Señor —respondió. El Señor le dijo: —Vete rápidamente a casa de Judas, en la calle Recta, y pregunta por un tal Saulo de Tarso. Ahora está orando y acaba de tener una visión en la que un hombre llamado Ananías entra en su casa y le toca los ojos con las manos para que recobre la vista. —Señor —contestó Ananías—, muchas personas me han hablado acerca de ese hombre y del daño que ha causado a tus fieles en Jerusalén. Y aquí mismo tiene plenos poderes de los jefes de los sacerdotes para prender a todos los que te invocan. —Tú, vete —replicó el Señor—, porque he sido yo quien ha elegido a ese hombre como instrumento para que anuncie mi nombre a todas las naciones, a sus gobernantes y al pueblo de Israel. Yo mismo le mostraré lo que habrá de sufrir por mi causa. Ananías partió inmediatamente y, tan pronto como entró en la casa, tocó con sus manos los ojos de Saulo y le dijo: —Hermano Saulo, Jesús, el Señor, el mismo que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo. De repente cayeron de sus ojos una especie de escamas y recuperó la vista. A continuación fue bautizado
HECHOS 9:10-18 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
En Damasco vivía un creyente llamado Ananías, a quien el Señor se presentó en una visión y le dijo: “¡Ananías!” Él contestó: “Aquí estoy, Señor.” El Señor le dijo: “Levántate y ve a la calle llamada Derecha, y en la casa de Judas pregunta por un hombre de Tarso que se llama Saulo. Está orando, y en una visión ha visto a uno llamado Ananías que entra y pone sus manos sobre él para que recobre la vista.” Al oir esto, Ananías dijo: “Señor, muchos me han hablado de ese hombre y de todos los males que ha causado en Jerusalén a tu pueblo santo. Y ahora ha venido aquí, con autorización de los jefes de los sacerdotes, a llevarse presos a todos los que invocan tu nombre.” Pero el Señor le dijo: “Ve, porque he escogido a ese hombre para que hable de mí a gentes de otras naciones, y a sus reyes, y también a los israelitas. Yo le mostraré lo mucho que tiene que sufrir por mi causa.” Ananías fue a la casa donde estaba Saulo. Entró, puso sus manos sobre él y le dijo: –Hermano Saulo, el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, me ha mandado para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo. Al momento cayeron de los ojos de Saulo una especie de escamas y recobró la vista. Entonces se levantó y fue bautizado.
HECHOS 9:10-18 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Había en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor llamó en una visión. ―¡Ananías! ―Aquí estoy, Señor. ―Anda, ve a la casa de Judas, en la calle llamada Derecha, y pregunta por un tal Saulo de Tarso. Está orando, y ha visto en una visión a un hombre llamado Ananías, que entra y pone las manos sobre él para que recobre la vista. Entonces Ananías respondió: ―Señor, he oído hablar mucho de ese hombre y de todo el mal que ha causado a tus santos en Jerusalén. Y ahora lo tenemos aquí, autorizado por los jefes de los sacerdotes, para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre. ―¡Ve! —insistió el Señor—, porque ese hombre es mi instrumento escogido para dar a conocer mi nombre tanto a las naciones y a sus reyes como al pueblo de Israel. Yo le mostraré cuánto tendrá que padecer por mi nombre. Ananías se fue y, cuando llegó a la casa, le impuso las manos a Saulo y le dijo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo». Al instante cayó de los ojos de Saulo algo como escamas, y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado