ÉXODO 32:1-18
ÉXODO 32:1-18 Reina Valera 2020 (RV2020)
Al ver el pueblo que Moisés tardaba en descender del monte, se acercaron a Aarón y le dijeron: —Anda, haznos unos dioses que vayan delante de nosotros, porque a Moisés, ese hombre que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le ha sucedido. Aarón les dijo: —Quitad los pendientes de oro que están en las orejas de vuestras mujeres, de vuestros hijos y de vuestras hijas, y traédmelos. Entonces todo el pueblo se quitó los pendientes de oro que tenían en sus orejas y los trajeron a Aarón. Él recibió de sus manos toda aquella cantidad, le dio forma con un buril e hizo de ello un becerro de fundición. Entonces ellos dijeron: —¡Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto! Cuando Aarón vio esto, edificó un altar delante del becerro y proclamó: —¡Mañana será un día de fiesta dedicado al Señor! Al día siguiente madrugaron, ofrecieron holocaustos y presentaron ofrendas de paz. Luego se sentó el pueblo a comer y a beber, y después se levantó a danzar. Entonces el Señor dijo a Moisés: —Anda, desciende, porque tu pueblo, el que sacaste de la tierra de Egipto, se ha corrompido. Pronto se han apartado del camino que yo les mandé; se han hecho un becerro de fundición, lo han adorado, le han ofrecido sacrificios y han dicho: «¡Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto!». Continuó diciendo el Señor a Moisés: —Yo he visto a este pueblo, que por cierto es un pueblo muy testarudo. Ahora, pues, deja que se encienda mi ira contra ellos y los consuma; pero de ti yo haré una nación grande. Entonces Moisés oró en presencia del Señor, su Dios: —¿Por qué, Señor, se encenderá tu furor contra tu pueblo, el que tú sacaste de la tierra de Egipto con gran poder y con mano fuerte? ¿Por qué han de decir los egipcios: «Para mal los sacó, para matarlos en los montes y para borrarlos de la faz de la tierra»? No te dejes llevar por la ira y renuncia al castigo que pensabas para tu pueblo. Acuérdate de Abrahán, de Isaac y de Israel, tus siervos, a quienes juraste por ti mismo y les dijiste: «Yo multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y le daré a vuestra descendencia toda esta tierra de que os he hablado, y ellos la poseerán como heredad para siempre». Entonces el Señor se arrepintió del mal que dijo habría de hacer a su pueblo. Moisés se volvió y descendió del monte, y traía en sus manos las dos tablas del testimonio, tablas escritas por ambos lados; de uno y otro lado estaban escritas. Las tablas eran obra de Dios, y la escritura era escritura de Dios grabada sobre las tablas. Cuando Josué oyó el clamor del pueblo que gritaba, dijo a Moisés: —Hay gritos de pelea en el campamento. Pero Moisés respondió: —No son voces de vencedores, ni alaridos de vencidos; oigo cánticos de fiesta.
ÉXODO 32:1-18 La Palabra (versión española) (BLP)
Viendo el pueblo que Moisés tardaba en bajar del monte, se presentaron en masa ante Aarón y le dijeron: —Anda, haznos un dios que nos guíe pues no sabemos qué le habrá pasado a ese Moisés, el hombre que nos sacó de Egipto. Aarón les respondió: —Quitad los pendientes de oro que llevan en las orejas vuestras mujeres, hijos e hijas, y traédmelos. Todos se quitaron los pendientes de oro de las orejas y se los llevaron a Aarón; este los recibió de sus manos e hizo con el oro fundido un becerro modelado a cincel. Entonces ellos exclamaron: —¡Israel, este es tu dios, el que te sacó de Egipto! Cuando Aarón vio esto, construyó un altar delante del becerro y proclamó: —Mañana será un día de fiesta en honor del Señor. Al día siguiente madrugaron y ofrecieron holocaustos y sacrificios de comunión. Después se sentaron a comer y beber y, al finalizar, se levantaron a divertirse. El Señor dijo a Moisés: —Desciende del monte, porque tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto, se ha pervertido. Muy pronto se han apartado del camino que yo les había indicado. Se han fabricado un becerro de metal al que adoran y ofrecen sacrificios al tiempo que proclaman: «¡Israel, este es tu dios, el que te sacó de Egipto!». El Señor continuó diciendo: —Me estoy dando cuenta de que este pueblo es muy testarudo. Déjame, pues, que descargue mi ira contra ellos y los aniquile. Y tú serás el que dé origen a una gran nación. Entonces Moisés intentó aplacar el furor del Señor, su Dios, diciendo: —Señor, ¿por qué vas a descargar tu ira contra tu pueblo, el mismo en favor del que hiciste uso de tu gran fuerza y poder para sacarlo de Egipto? ¿Acaso vas a permitir que los egipcios digan: «Con malos fines los sacó Dios; lo hizo para matarlos en las montañas y borrarlos de la faz de la tierra»? No te dejes llevar por la ira y renuncia al castigo que pensabas para tu pueblo. Acuérdate de tus siervos Abrahán, Isaac e Israel, a quienes hiciste solemne promesa diciendo: «Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo y daré a vuestros descendientes como herencia perpetua la tierra de la que os he hablado». Entonces el Señor renunció a aplicar el castigo con que había amenazado a su pueblo. Moisés se volvió y descendió del monte trayendo en sus manos las dos tablas del testimonio. Estaban escritas por ambos lados, por delante y por detrás. Las tablas y la escritura que había grabada en ellas eran obra de Dios. Cuando Josué escuchó el griterío del pueblo, dijo a Moisés: —Se escuchan gritos de guerra en el campamento. Y Moisés respondió: —No son gritos de victoria ni de derrota; lo que estoy oyendo son cantos festivos.
ÉXODO 32:1-18 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Al ver los israelitas que Moisés tardaba en bajar del monte, se juntaron alrededor de Aarón y le dijeron: –Anda, haznos dioses que nos guíen, porque no sabemos qué le ha pasado a este Moisés que nos sacó de Egipto. Aarón les contestó: –Quitad a vuestras mujeres y a vuestros hijos e hijas los aretes de oro que llevan en las orejas, y traédmelos aquí. Todos se quitaron los aretes de oro que llevaban en las orejas y se los llevaron a Aarón, que los recibió, fundió el oro y lo trabajó a cincel hasta darle la forma de un becerro. Entonces todos dijeron: –¡Israel, este es tu dios que te sacó de Egipto! Cuando Aarón vio esto, construyó un altar ante el becerro, y luego gritó: –¡Mañana haremos fiesta en honor del Señor! Al día siguiente por la mañana se levantaron y ofrecieron holocaustos y sacrificios de reconciliación. Después el pueblo se sentó a comer y beber, y luego se levantaron a divertirse. Entonces el Señor dijo a Moisés: –Anda, baja, porque tu pueblo, el que sacaste de Egipto, se ha echado a perder. Muy pronto se han apartado del camino que yo les ordené seguir. Se han hecho un becerro de oro fundido, y lo están adorando, le presentan ofrendas y dicen: ‘¡Israel, este es tu dios que te sacó de Egipto!’ Además, el Señor dijo a Moisés: –Me he fijado en esta gente y me he dado cuenta de que son muy tercos. ¡Ahora déjame en paz, que estoy ardiendo de ira y voy a acabar con ellos! Pero de ti haré una gran nación. Moisés, sin embargo, trató de calmar al Señor su Dios con estas palabras: –Señor, ¿por qué va a arder tu furor contra tu pueblo, el que tú mismo sacaste de Egipto con gran despliegue de poder? ¿Cómo vas a dejar que digan los egipcios: ‘Dios los sacó con la mala intención de matarlos en las montañas, para borrarlos de la superficie de la tierra’? Deja ya de arder en ira; renuncia a la idea de hacer daño a tu pueblo. Acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo y les dijiste: ‘Haré que vuestros descendientes sean tan numerosos como las estrellas del cielo, y toda esta tierra que os he prometido se la daré a ellos como su herencia para siempre.’ El Señor renunció a la idea que había manifestado de hacer daño a su pueblo. Entonces Moisés se dispuso a bajar del monte trayendo en sus manos las dos tablas de la ley, que estaban escritas por ambos lados. Dios mismo había hecho las tablas, y Dios mismo había grabado lo que estaba escrito en ellas. Cuando Josué oyó los gritos de la gente, dijo a Moisés: –Se oyen gritos de guerra en el campamento. Pero Moisés contestó: –No son cantos alegres de victoria ni cantos tristes de derrota: son otros los cantos que estoy oyendo.
ÉXODO 32:1-18 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Al ver los israelitas que Moisés tardaba en bajar del monte, fueron a reunirse con Aarón y le dijeron: ―Tienes que hacernos dioses que marchen al frente de nosotros, porque a ese Moisés que nos sacó de Egipto, ¡no sabemos qué pudo haberle pasado! Aarón les respondió: ―Quitadles a vuestras mujeres los aretes de oro, y también a vuestros hijos e hijas, y traédmelos. Todos los israelitas se quitaron los aretes de oro que llevaban puestos, y se los llevaron a Aarón, quien los recibió y los fundió; luego cinceló el oro fundido e hizo un ídolo en forma de becerro. Entonces exclamó el pueblo: «Israel, ¡aquí tienes a tus dioses que te sacaron de Egipto!» Cuando Aarón vio esto, construyó un altar enfrente del becerro y anunció: ―Mañana haremos fiesta en honor del SEÑOR. En efecto, al día siguiente los israelitas madrugaron y presentaron holocaustos y sacrificios de comunión. Luego el pueblo se sentó a comer y a beber, y se entregó al desenfreno. Entonces el SEÑOR le dijo a Moisés: ―Baja, porque ya se ha corrompido el pueblo que sacaste de Egipto. Demasiado pronto se han apartado del camino que les ordené seguir, pues no solo han fundido oro y se han hecho un ídolo en forma de becerro, sino que se han inclinado ante él, le han ofrecido sacrificios y han declarado: “Israel, ¡aquí tienes a tu dios que te sacó de Egipto!” »Ya me he dado cuenta de que este es un pueblo terco —añadió el SEÑOR, dirigiéndose a Moisés—. Tú no te metas. Yo voy a descargar mi ira sobre ellos, y los voy a destruir. Pero de ti haré una gran nación». Moisés intentó apaciguar al SEÑOR su Dios, y le suplicó: ―SEÑOR, ¿por qué ha de encenderse tu ira contra este pueblo tuyo, que sacaste de Egipto con gran poder y con mano poderosa? ¿Por qué dar pie a que los egipcios digan que nos sacaste de su país con la intención de matarnos en las montañas y borrarnos de la faz de la tierra? ¡Calma ya tu enojo! ¡Aplácate y no traigas sobre tu pueblo esa desgracia! Acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac e Israel. Tú mismo les juraste que harías a sus descendientes tan numerosos como las estrellas del cielo; ¡tú les prometiste que a sus descendientes les darías toda esta tierra como su herencia eterna! Entonces el SEÑOR se calmó y desistió de hacerle a su pueblo el daño que le había sentenciado. Moisés volvió entonces del monte. Cuando bajó, traía en sus manos las dos tablas de la ley, las cuales estaban escritas por sus dos lados. Tanto las tablas como la escritura grabada en ellas eran obra de Dios. Cuando Josué oyó el ruido y los gritos del pueblo, le dijo a Moisés: ―Se oyen en el campamento gritos de guerra. Pero Moisés respondió: «Lo que escucho no son gritos de victoria, ni tampoco lamentos de derrota; más bien, lo que escucho son canciones».