EZEQUIEL 33:1-29
EZEQUIEL 33:1-29 Reina Valera 2020 (RV2020)
Vino a mí palabra del Señor: —Hijo de hombre, habla a los hijos de tu pueblo: Cuando yo traigo espada sobre algún país, el pueblo de ese país escoge a un hombre de su territorio y lo pone por centinela, y cuando él ve venir la espada sobre la tierra, toca la trompeta para advertir al pueblo. Entonces, si alguien al escuchar el sonido de la trompeta no se prepara, y viene la espada y lo mata, él mismo será responsable de su muerte. El sonido de la trompeta oyó, pero no se preparó: su sangre será sobre él; pero el que se prepare, salvará su vida. Pero si el centinela ve venir la espada y no toca la trompeta, y el pueblo no se prepara, si al venir la espada, hiere a alguno de ellos, este fue tomado por causa de su pecado, pero yo haré responsable de su muerte al centinela. A ti, pues, hijo de hombre, te he puesto por centinela de la casa de Israel: tú oirás la palabra de mi boca y los amonestarás de mi parte. Cuando yo diga al impío: «¡Impío, sin duda morirás!», si tú no le adviertes que se aparte de su mal camino, el impío morirá por su pecado, pero yo te haré responsable de su muerte. Pero si tú avisas al impío de su camino para que se aparte de él, y él no se aparta de su camino, él morirá por su pecado, pero tú habrás salvado tu vida. Tú, pues, hijo de hombre, di a la casa de Israel: Vosotros habéis hablado así: «Nuestras rebeliones y nuestros pecados están sobre nosotros, y a causa de ellos somos consumidos. ¿Cómo, pues, viviremos?». Diles: Vivo yo, dice el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino y que viva. ¡Volveos, volveos de vuestros malos caminos! ¿Por qué habéis de morir, casa de Israel? Y tú, hijo de hombre, di a los hijos de tu pueblo: La justicia del justo no lo librará el día que se rebele; y la impiedad del impío no le será estorbo el día que se vuelva de su impiedad. El justo no podrá vivir por su justicia el día que peque. Cuando yo diga al justo: ¡Ten por seguro que vivirás!, pero él, confiado en su justicia, actúe con iniquidad, ninguna de sus justicias será recordada, sino que morirá por la iniquidad cometida. Y cuando yo diga al impío: ¡Ten por seguro que morirás!, si él se convierte de su pecado y actúa conforme al derecho y la justicia, si el impío restituye la prenda robada, devuelve lo que haya arrebatado y camina en los estatutos de la vida, sin cometer iniquidad, vivirá ciertamente y no morirá. No se le recordará ninguno de los pecados que haya cometido; actuó conforme al derecho y la justicia, y sin duda vivirá. Luego dirán los hijos de tu pueblo: «¡No es recto el camino del Señor!». ¡El camino de ellos es el incorrecto! Cuando el justo se aparte de su justicia y cometa iniquidad, morirá por ello. Y cuando el impío se aparte de su impiedad y actúe conforme al derecho y la justicia, vivirá por ello. Pero vosotros habéis dicho: «No es recto el camino del Señor». Yo os juzgaré, casa de Israel, a cada uno conforme a sus caminos. Aconteció en el año duodécimo de nuestro cautiverio, en el mes décimo, a los cinco días del mes, que vino a mí un fugitivo de Jerusalén y me dijo: «¡La ciudad ha sido conquistada!». La tarde antes de que llegara el fugitivo, el Señor había puesto su mano sobre mí y me había abierto la boca; de modo que cuando el fugitivo vino a mí por la mañana, el Señor me devolvió el habla, y ya no estuve callado por más tiempo. Vino a mí palabra del Señor: —Hijo de hombre, los que habitan aquellos lugares asolados en la tierra de Israel, dicen: «Abrahán era uno, y poseyó la tierra; pues nosotros somos muchos; a nosotros nos es dada la tierra en posesión». Por tanto, diles: Así ha dicho el Señor: Coméis la carne con sangre, a vuestros ídolos alzáis vuestros ojos y derramáis sangre, ¿y poseeréis vosotros la tierra? Confiáis en vuestras espadas, hacéis abominación y contamináis cada cual a la mujer de su prójimo, ¿y habréis de poseer vosotros la tierra? Les dirás: Así ha dicho el Señor: Vivo yo, que los que están en aquellos lugares asolados caerán a espada, y al que está por el campo entregaré a las fieras para que lo devoren; y los que están en las fortalezas y en las cuevas, de peste morirán. Convertiré la tierra en soledad y desolación, y cesará la soberbia de su poderío; y los montes de Israel serán asolados hasta que no haya quien pase. Y sabrán que yo soy el Señor, cuando convierta la tierra en soledad y desolación, por todas las abominaciones que han hecho.
EZEQUIEL 33:1-29 La Palabra (versión española) (BLP)
El Señor me dirigió la palabra: —Hijo de hombre, habla a tus compatriotas y diles: Supongamos que ordeno a la espada que ataque un país, y la gente de ese país elige a uno de los suyos y lo nombra centinela; y supongamos que este, al ver que la espada se acerca al país, hace sonar el cuerno para alertar a la gente. Si luego resulta que alguien oye el sonido del cuerno, pero no hace caso y la espada acaba con él, solo él será responsable de su muerte. Como oyó el sonido del cuerno y no hizo caso, solo él será responsable de su muerte; en cambio, el que haga caso, salvará su vida. Pero si el centinela ve que la espada se acerca y no hace sonar el cuerno para que la gente se mantenga alerta, si luego la espada mata a alguno de ellos, este morirá por su propia culpa, pero haré responsable de su muerte al centinela. Hijo de hombre, te he nombrado centinela de Israel. Si escuchas alguna palabra mía, alértalos de mi parte. Si digo al malvado: «Eres reo de muerte», pero tú no lo alertas para que abandone su conducta, el malvado morirá por su propia culpa, mas yo te pediré cuentas de su muerte. Pero si alertas al malvado para que abandone su conducta, aunque él no se convierta y muera por su propia culpa, tú habrás salvado tu vida. Hijo de hombre, di a los israelitas: Vosotros andáis diciendo: «Nuestros delitos y pecados nos abruman, y nos sentimos consumidos por ellos. ¿Cómo podremos vivir?». Tú les dirás: Juro por mí mismo —oráculo del Señor Dios— que no me complace la muerte del malvado; solo quiero que cambie de conducta y viva. Convertíos, convertíos de vuestra malvada conducta. ¿Por qué tenéis que morir, pueblo de Israel? Hijo de hombre, di a tus compatriotas: La justicia del justo no lo salvará cuando peque, y la maldad del malvado no le hará sucumbir cuando se aparte de su maldad. Si el justo peca, no podrá vivir apelando a su justicia. Supongamos que digo al justo: «Vivirás»; si él, confiando en que es justo, comete una injusticia, no se le tendrán en cuenta todas sus obras justas, sino que morirá por la injusticia que cometió. Y si digo al malvado: «Eres reo de muerte», pero se arrepiente de sus pecados y comienza a practicar el derecho y la justicia: devuelve lo que tiene en prenda, restituye lo robado, se conduce según los preceptos que dan la vida y decide no cometer injusticias, seguro que vivirá, no morirá. No se recordará ninguno de los pecados que cometió; puesto que ha practicado el derecho y la justicia, ciertamente vivirá. Tus compatriotas dicen: «No es justo el proceder del Señor»; en realidad, es su proceder el que no es justo. Si el justo se aparta de su justicia y comete una injusticia, morirá por ella; y si el malvado se aparta de su maldad y practica la justicia y el derecho, vivirá por ello. Y aunque insistáis: «No es justo el proceder del Señor», juzgaré a cada uno de vosotros según su conducta, pueblo de Israel. El año duodécimo de nuestra cautividad, el día cinco del décimo mes, vino a mí un fugitivo de Jerusalén anunciando que la ciudad había sido tomada. Aquella tarde, antes de la llegada del fugitivo, la mano del Señor se había posado sobre mí y había abierto mi boca antes de que aquel llegara por la mañana. Después de abrirme la boca ya no volví a quedar mudo. El Señor me dirigió la palabra: —Hijo de hombre, los que viven entre ruinas en la tierra de Israel andan diciendo: «Abrahán, que era uno, tomó posesión de esta tierra; y nosotros, que somos muchos, hemos recibido la tierra como heredad». Pues bien, diles: Esto dice el Señor Dios: Vosotros coméis alimentos sin quitarles la sangre, alzáis suplicantes vuestros ojos a los ídolos, cometéis asesinatos, ¿y pensáis que vais a heredar esta tierra? Confiáis en vuestras espadas, cometéis abominaciones, cada cual deshonra a la mujer de su prójimo, ¿y pensáis que vais a heredar esta tierra? Y añadirás: Esto dice el Señor Dios: Juro por mí mismo que los que habitan entre ruinas caerán víctimas de la espada, juro que entregaré como alimento a las fieras a los que estén en campo abierto, y que los que se refugian en lugares escarpados y cuevas morirán de peste. Convertiré el país en pura desolación, se acabarán su orgullo y su poder, y los montes de Israel quedarán desérticos, sin nadie que transite por ellos. Y reconocerán que soy el Señor cuando convierta el país en pura desolación, por todas las abominaciones que cometieron.
EZEQUIEL 33:1-29 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
El Señor se dirigió a mí y me dijo: “Tú, hombre, habla a tus compatriotas y diles: ‘Cuando yo envío la guerra a un país, su gente escoge a uno para ponerlo de centinela. Y cuando el centinela ve que los ejércitos enemigos se acercan al país, toca la trompeta y previene a la gente. Si alguien escucha el toque de trompeta y no le hace caso, y los enemigos llegan y lo matan, el culpable de su muerte es él mismo, porque oyó el toque de trompeta, pero no hizo caso; es culpable de su muerte, porque, si hubiera hecho caso, habría salvado su vida. Pero si el centinela ve llegar los ejércitos enemigos y no toca la trompeta para prevenir a la gente, y los enemigos llegan y matan a alguien, este habrá muerto por su pecado, pero yo pediré al centinela cuentas de su muerte.’ “Pues a ti, hombre, yo te he puesto como centinela del pueblo de Israel. Tú deberás recibir mis mensajes y comunicarles mis advertencias. Puede darse el caso de que yo pronuncie sentencia de muerte contra un malvado; pues bien, si tú no hablas con él para advertirle que cambie de vida, y él no lo hace, ese malvado morirá por su pecado, pero yo te pediré cuentas de su muerte. Si tú, en cambio, adviertes al malvado que cambie de vida, y él no lo hace, él morirá por su pecado, pero tú salvarás tu vida. “Tú, hombre, di al pueblo de Israel: ‘Vosotros decís: Estamos cargados de faltas y pecados. Por eso nos estamos pudriendo en vida. ¿Cómo podremos vivir? Pero yo, el Señor, juro por mi vida que no quiero la muerte del malvado, sino que cambie de conducta y viva. Israel, deja esa mala vida que llevas. ¿Por qué habrás de morir?’ “Tú, hombre, di a tus compatriotas: ‘Si un hombre bueno peca, su bondad anterior no lo salvará; y si un malvado deja de hacer el mal, su maldad anterior no será causa de su muerte. Si el hombre bueno peca, su bondad anterior no le valdrá para seguir viviendo. Si yo prometo vida a un hombre bueno, y él, confiando en su bondad, hace lo malo, no tendré en cuenta ninguna buena acción suya, sino que morirá por el mal que haya cometido. Y si condeno a morir a un malvado, y este deja el pecado y actúa bien y con justicia; si devuelve lo que había recibido en prenda o lo que había robado, y si cumple las leyes que dan la vida y deja de hacer lo malo, ciertamente vivirá; no morirá. Puesto que ahora actúa bien y con justicia, vivirá, y no me acordaré de ninguno de los pecados que había cometido.’ Tus compatriotas dirán que no actúo con justicia; pero en realidad son ellos los que no actúan con justicia. Si el hombre bueno deja de hacer lo bueno y hace lo malo, morirá a causa de ello. Y si el malvado deja de hacer lo malo y hace lo que es bueno y justo, a causa de ello vivirá. Vosotros repetís: ‘El Señor no está actuando con justicia.’ Pero yo juzgaré a cada uno de vosotros, israelitas, de acuerdo con vuestras acciones.” El quinto día del décimo mes del año doce de nuestro destierro, un hombre que había huido de Jerusalén vino y me contó que la ciudad había caído en poder del enemigo. La noche antes de que llegara el huido, el Señor había puesto su mano sobre mí; y por la mañana, cuando vino el hombre, el Señor me devolvió el habla y dejé de estar mudo. El Señor se dirigió a mí y me dijo: “La gente que vive en esas ciudades de Israel que están en ruinas, anda diciendo: ‘Abraham era uno solo y, sin embargo, llegó a ser dueño del país; con mayor razón nosotros, que somos muchos, llegaremos a ser dueños del país.’ Por lo tanto, diles: ‘Así dice el Señor: Vosotros coméis carne con sangre, adoráis ídolos y cometéis asesinatos, ¿y creéis que vais a ser dueños del país? Recurrís a la violencia de las armas, hacéis cosas que yo detesto, todos cometéis adulterio, ¿y creéis que vais a ser dueños del país?’ “Diles también: ‘Así dice el Señor: Juro por mi vida que los que viven en las ciudades en ruinas también serán asesinados, y a los que viven en el campo haré que se los coman las fieras, y los que viven en rocas y cuevas morirán de enfermedades. Dejaré el país desierto y en ruinas, y destruiré la fuerza de la cual está tan orgulloso. Los montes de Israel quedarán desolados; nadie pasará por ellos. Cuando yo deje desierto y en ruinas el país a causa de los pecados detestables que ellos cometieron, entonces reconocerán que yo soy el Señor.’
EZEQUIEL 33:1-29 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
El SEÑOR me habló diciendo: «Hijo de hombre, habla con tu pueblo y dile: “Cuando yo envío la guerra a algún país, y la gente de ese país escoge a un hombre y lo pone por centinela, si este ve acercarse al ejército enemigo, toca la trompeta para advertir al pueblo. Entonces, si alguien escucha la trompeta, pero no se da por advertido, y llega la espada y lo mata, él mismo será el culpable de su propia muerte. Como escuchó el sonido de la trompeta, pero no le hizo caso, será responsable de su propia muerte, pues si hubiera estado atento se habría salvado. »”Ahora bien, si el centinela ve que se acerca el enemigo y no toca la trompeta para prevenir al pueblo, y viene la espada y mata a alguien, esa persona perecerá por su maldad, pero al centinela yo le pediré cuentas de esa muerte”. »A ti, hijo de hombre, te he puesto por centinela del pueblo de Israel. Por lo tanto, oirás la palabra de mi boca, y advertirás de mi parte al pueblo. Cuando yo le diga al malvado: “¡Vas a morir!”, si tú no le adviertes que cambie su mala conducta, el malvado morirá por su pecado, pero a ti te pediré cuentas de su sangre. En cambio, si le adviertes al malvado que cambie su mala conducta, y no lo hace, él morirá por su pecado, pero tú habrás salvado tu vida. »Hijo de hombre, diles a los israelitas: “Vosotros decís: ‘Nuestras rebeliones y nuestros pecados pesan sobre nosotros, y nos estamos consumiendo en vida. ¿Cómo podremos vivir?’ ” Diles: “Tan cierto como que yo vivo —afirma el SEÑOR omnipotente—, que no me alegro con la muerte del malvado, sino con que se convierta de su mala conducta y viva. ¡Conviértete, pueblo de Israel; conviértete de tu conducta perversa! ¿Por qué habrás de morir?” »Tú, hijo de hombre, diles a los hijos de tu pueblo: “Al justo no lo salvará su propia justicia si comete algún pecado; y la maldad del impío no le será motivo de tropiezo si se convierte. Si el justo peca, no se podrá salvar por su justicia anterior. Si yo le digo al justo: ‘¡Vivirás!’, pero él se atiene a su propia justicia y hace lo malo, no se le tomará en cuenta su justicia, sino que morirá por la maldad que cometió. En cambio, si le digo al malvado: ‘¡Morirás!’, pero luego él se convierte de su pecado y actúa con justicia y rectitud, y devuelve lo que tomó en prenda y restituye lo que robó, y obedece los preceptos de vida, sin cometer ninguna iniquidad, ciertamente vivirá y no morirá. No se le tomará en cuenta ninguno de los pecados que antes cometió, sino que vivirá por haber actuado con justicia y rectitud”. »Los hijos de tu pueblo dicen: “El Señor no actúa con justicia”. En realidad, los que no actúan con justicia son ellos. Si el justo se aparta de su justicia y hace lo malo, morirá a causa de ello. Y, si el malvado deja de hacer lo malo y actúa con justicia y rectitud, vivirá. A pesar de esto, vosotros seguís repitiendo: “El Señor no actúa con justicia”. Pero yo, israelitas, os juzgaré a cada uno de vosotros según vuestra conducta». El día quinto del mes décimo del año duodécimo de nuestro exilio, un fugitivo que había huido de Jerusalén vino y me dio esta noticia: «La ciudad ha sido conquistada». La noche antes de que llegara el fugitivo, la mano del SEÑOR vino sobre mí y me dejó mudo. A la mañana siguiente, cuando vino el hombre, el SEÑOR me devolvió el habla. Luego el SEÑOR me habló diciendo: «Hijo de hombre, la gente que vive en esas ruinas en la tierra de Israel anda diciendo: “Si Abraham, que era uno solo, llegó a poseer todo el país, con mayor razón nosotros, que somos muchos, habremos de recibir la tierra en posesión”. Por tanto, adviérteles que así dice el SEÑOR omnipotente: “Vosotros coméis carne con sangre, adoráis a vuestros ídolos y derramáis sangre, ¿y aun así pretendéis poseer el país? Además, confiáis en vuestras espadas, cometéis abominaciones, vivís en adulterio con la mujer de vuestro prójimo, ¿y aun así pretendéis poseer el país?” »Por tanto, adviérteles que así dice el SEÑOR omnipotente: “Tan cierto como que yo vivo, que los que habitan en las ruinas morirán a filo de espada; a los que andan por el campo abierto los daré como pasto a las fieras, y los que están en las fortalezas y en las cuevas morirán de peste. Convertiré el país en un desierto desolado, y se acabará el orgullo de su poder. Los montes de Israel quedarán devastados, y nadie más pasará por ellos. Y, cuando yo deje este país como un desierto desolado por culpa de los actos detestables que ellos cometieron, sabrán que yo soy el SEÑOR”.