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SANTIAGO 1:1-27

SANTIAGO 1:1-27 Reina Valera 2020 (RV2020)

Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, saluda a las doce tribus que están en la dispersión. Hermanos míos, gozaos profundamente cuando estéis pasando por diversas pruebas, pues sabéis que cuando vuestra fe es puesta a prueba produce paciencia. Pero procurad que la paciencia lleve a feliz término su obra, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna. Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídasela a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, sin dudar nada, porque el que duda es semejante a la ola del mar, que es arrastrada por el viento y llevada de una parte a otra. Quien así sea, no piense que recibirá cosa alguna del Señor, pues el hombre indeciso es inconstante en todo cuanto emprende. El hermano que es de humilde condición debe sentirse orgulloso cuando sea exaltado; el rico, debe sentirse igual cuando sea humillado, porque pasará como la flor de la hierba: cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se seca, su flor se cae y desaparece su hermosura. Lo mismo le sucederá al rico en todas sus empresas. Dichoso el que resiste la tentación, porque cuando haya pasado la prueba, recibirá la corona de vida que Dios ha prometido a los que lo aman. Cuando alguno es tentado no diga que es tentado de parte de Dios, porque Dios no puede ser tentado por el mal ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado por sus propios malos deseos, que lo arrastran y lo seducen. Estos malos deseos conciben y dan a luz el pecado; y el pecado, una vez cometido, da a luz la muerte. Amados hermanos míos, no os engañéis. Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de variación. Él, por su propia voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos las primicias de su creación. Por esto, mis amados hermanos, sed todos diligentes para oír, pero lentos para hablar y lentos para airarse, porque un hombre airado no es capaz de actuar conforme a la justicia de Dios. Por eso, dejando toda inmundicia y tanta maldad, recibid con docilidad la palabra plantada en vosotros, la cual puede salvar vuestras almas. Sed hacedores de la palabra y no tan solo oidores, de manera que os engañéis a vosotros mismos. Si alguno es oidor de la palabra pero no la pone por obra, ese es semejante al que se mira la cara en un espejo: se ve a sí mismo, pero tan pronto se va, se olvida de cómo es. Pero el que se fija atentamente en la ley perfecta, la de la libertad, y persevera en ella, y no es un oidor olvidadizo sino que la pone en práctica, será dichoso en lo que hace. Si alguno de vosotros se considera muy religioso, pero no refrena su lengua, se engaña a sí mismo y su religión no sirve para nada. La religión pura y sin mancha delante de Dios el Padre es esta: ayudar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y no contaminarse con la maldad del mundo.

SANTIAGO 1:1-27 La Palabra (versión española) (BLP)

Santiago, servidor de Dios y de Jesucristo, el Señor, saluda a todos los miembros del pueblo de Dios dispersos por el mundo. Alegraos profundamente, hermanos míos, cuando os sintáis cercados por toda clase de dificultades. Es señal de que vuestra fe, al pasar por el crisol de la prueba, está dando frutos de perseverancia. Pero es preciso que la perseverancia lleve a feliz término su empeño, para que seáis perfectos, cabales e intachables. Si alguno de vosotros anda escaso de sabiduría, pídasela a Dios, que reparte a todos con largueza y sin echarlo en cara, y él se la dará. Pero debe pedirla confiadamente, sin dudar, pues quien duda se parece a las olas del mar, que van y vienen agitadas por el viento. Nada puede esperar de Dios una persona así, indecisa e inconstante en todo cuanto emprende. El hermano de humilde condición debe sentirse orgulloso de su dignidad. El rico, en cambio, que se precie de ser humilde, pues se desvanecerá como la flor de la hierba. En efecto, del mismo modo que, al calentar el sol con toda su fuerza, se seca la hierba y cae al suelo su flor, quedando en nada toda su hermosa apariencia, así fenecerán las empresas del rico. Dichoso quien resiste la prueba pues, una vez acrisolado, recibirá como corona la vida que el Señor ha prometido a quienes lo aman. Nadie acosado por la tentación tiene derecho a decir: «Es Dios quien me pone en trance de caer». Dios está fuera del alcance del mal, y él tampoco instiga a nadie al mal. Cada uno es puesto a prueba por su propia pasión desordenada, que lo arrastra y lo seduce. Semejante pasión concibe y da a luz al pecado; y este, una vez cometido, origina la muerte. Hermanos míos queridos, no os engañéis. Todo beneficio y todo don perfecto bajan de lo alto, del creador de la luz, en quien no hay cambios ni períodos de sombra. Él, por su libre voluntad, nos engendró mediante la palabra de la verdad para que seamos como primeros frutos entre sus criaturas. Sabed, hermanos míos queridos, que es preciso ser diligentes para escuchar, parcos al hablar y remisos en airarse, ya que el airado no es capaz de portarse con rectitud ante Dios. Por tanto, renunciando a todo vicio y al mal que nos cerca por doquier, acoged dócilmente la palabra que, plantada en vosotros, es capaz de salvaros. Pero se trata de que pongáis en práctica esa palabra y no simplemente que la oigáis, engañándoos a vosotros mismos. Quien oye la palabra, pero no la pone en práctica, se parece a quien contempla su propio rostro en el espejo: se mira y, en cuanto se va, se olvida sin más del aspecto que tenía. Dichoso, en cambio, quien se entrega de lleno a la meditación de la ley perfecta —la ley de la libertad— y no se contenta con oírla, para luego olvidarla, sino que la pone en práctica. Si alguno se hace ilusiones de ser religioso de verdad, pero no controla su lengua, se engaña a sí mismo y su religiosidad no vale para nada. Esta es la religiosidad auténtica e intachable a los ojos de Dios Padre: asistir a los débiles y desvalidos en sus dificultades y mantenerse incontaminado del mundo.

SANTIAGO 1:1-27 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Yo, Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, saludo a las doce tribus de Israel esparcidas por todo el mundo. Hermanos míos, debéis teneros por muy dichosos cuando os veáis sometidos a cualquier clase de pruebas. Pues ya sabéis que cuando vuestra fe es puesta a prueba, aprendéis a soportar con fortaleza el sufrimiento. Pero procurad que esa fortaleza os lleve a la perfección, a la madurez plena, sin que os falte nada. Si a alguno de vosotros le falta sabiduría, pídala a Dios y él se la dará; pues Dios da a todos, sin limitaciones y sin hacer reproches. Pero tiene que pedir con fe, sin dudar nada, porque el que duda es como las olas del mar, que el viento lleva de un lado a otro. Quien es así no crea que va a recibir nada del Señor, porque el que hoy piensa una cosa y mañana otra no es constante en su conducta. El hermano de condición humilde debe sentirse orgulloso si Dios le enaltece, y el rico debe sentirse orgulloso si Dios le humilla. Porque el rico es como la flor de la hierba, que no permanece. Cuando el sol sale y calienta con fuerza, la hierba se seca, su flor se cae y su belleza se pierde. Así también, el rico desaparecerá en medio de sus negocios. Dichoso el hombre que soporta la prueba con fortaleza, porque después de la prueba recibirá como premio la vida, que es la corona prometida por Dios a los que le aman. Cuando alguno se sienta tentado a hacer el mal, no piense que es Dios quien le tienta, porque Dios no siente la tentación de hacer el mal ni tienta a nadie para que lo haga. Al contrario, cada uno es tentado por sus propios malos deseos, que le atraen y le seducen. De estos malos deseos nace el pecado; y del pecado, cuando llega a su completo desarrollo, nace la muerte. Queridos hermanos míos, no os engañéis: todo lo bueno y perfecto que se nos da, procede de arriba, de Dios, que creó los astros del cielo. Dios es siempre el mismo: en él no hay cambios ni sombras. Él, porque así lo quiso, nos dio vida mediante el mensaje de la verdad, para que seamos los primeros frutos de su creación. Recordad esto, queridos hermanos: todos debéis estar dispuestos a escuchar; en cambio, debéis ser lentos para hablar y para enojaros, porque el hombre enojado no hace lo que agrada a Dios. Así pues, despojaos de todo lo impuro y de la maldad que tanto abunda, y aceptad humildemente el mensaje sembrado en vuestro corazón. Ese mensaje tiene poder para salvaros. Pero no basta con oir el mensaje; hay que ponerlo en práctica, pues de lo contrario os estaríais engañando a vosotros mismos. El que solamente oye el mensaje, pero no lo practica, es como el hombre que se mira la cara en un espejo: se ve a sí mismo, pero en cuanto se da la vuelta se olvida de cómo es. En cambio, el que no olvida lo que oye, sino que considera atentamente la ley perfecta, que es la ley que nos trae libertad, y permanece firme cumpliendo lo que ella dispone, será feliz en todo lo que haga. Si alguno se cree religioso, pero no sabe poner freno a su lengua, se engaña a sí mismo y su religión no sirve para nada. La religión pura y sin mancha delante del Dios y Padre es esta: ayudar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y no mancharse con la maldad de este mundo.

SANTIAGO 1:1-27 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que se hallan dispersas por el mundo: Saludos. Hermanos míos, consideraos muy dichosos cuando tengáis que enfrentaros con diversas pruebas, pues ya sabéis que la prueba de vuestra fe produce constancia. Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que seáis perfectos e íntegros, sin que os falte nada. Si a alguno de vosotros le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie. Pero que pida con fe, sin dudar, porque quien duda es como las olas del mar, agitadas y llevadas de un lado a otro por el viento. Quien es así no piense que va a recibir cosa alguna del Señor; es indeciso e inconstante en todo lo que hace. El hermano de condición humilde debe sentirse orgulloso de su alta dignidad, y el rico, de su humilde condición. El rico pasará como la flor del campo. El sol, cuando sale, seca la planta con su calor abrasador. A esta se le cae la flor y pierde su belleza. Así se marchitará también el rico en todas sus empresas. Dichoso el que resiste la tentación porque, al salir aprobado, recibirá la corona de la vida que Dios ha prometido a quienes le aman. Que nadie, al ser tentado, diga: «Es Dios quien me tienta». Porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni tampoco tienta él a nadie. Todo lo contrario, cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos le arrastran y seducen. Luego, cuando el deseo ha concebido, engendra el pecado; y el pecado, una vez que ha sido consumado, da a luz la muerte. Mis queridos hermanos, no os engañéis. Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, donde está el Padre que creó las lumbreras celestes, y que no cambia como los astros ni se mueve como las sombras. Por su propia voluntad nos hizo nacer mediante la palabra de verdad, para que fuéramos como los primeros y mejores frutos de su creación. Mis queridos hermanos, tened presente esto: Todos debéis estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojaros; pues la ira humana no produce la vida justa que Dios quiere. Por esto, despojaos de toda inmundicia y de la maldad que tanto abunda, para que podáis recibir con humildad la palabra sembrada en vosotros, la cual tiene poder para salvaros la vida. No os contentéis solo con escuchar la palabra, pues así os engañáis vosotros mismos. Llevadla a la práctica. El que escucha la palabra, pero no la pone en práctica es como el que se mira el rostro en un espejo y, después de mirarse, se va y se olvida en seguida de cómo es. Pero quien se fija atentamente en la ley perfecta que da libertad, y persevera en ella, no olvidando lo que ha oído, sino haciéndolo, recibirá bendición al practicarla. Si alguien se cree religioso, pero no le pone freno a su lengua, se engaña a sí mismo, y su religión no sirve para nada. La religión pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre es esta: atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y conservarse limpio de la corrupción del mundo.