Sí, PeroMuestra
Día 3: El pecado persistente
El pecado persistente es una gran barrera que Satanás pone en nuestro camino de seguir a Jesús.
Todos vivimos con pecados
El pecado es desobedecer a Dios; es cualquier acción, pensamiento, emoción o palabra que va en contra de lo que Dios ha pedido. Nuestro pecado es rebeldía contra Dios.
Todos vivimos con pecado. Todos tenemos pecados persistentes que cometemos repetidamente. Llegan a ser parte de nuestra identidad y creemos que los necesitamos para estar feliz.
Más grande que nosotros
La realidad es que nuestro pecado no sólo tiene que ver con nuestros deseos, necesidades y placeres. No olvidemos que Satanás hace todo lo que puede para disminuir nuestra capacidad de cambiar el mundo. Nuestro pecado es, más que todo, un arma potente en las manos de nuestro enemigo. Él usa nuestro pecado para apartarnos de la vida radical que Dios desea para sus hijos. Lo usa para que nos rebelemos contra Dios, y así no ser útiles en sus manos.
Idea principal: La desobediencia nos bloquea
La razón verdadera por la cual la mayoría de nosotros durante gran parte de nuestra vida, no tenemos el impacto que podríamos tener como cambiadores del mundo, es porque vivimos con pecados persistentes que el enemigo usa para disminuir nuestra capacidad de cambiar el mundo. El pecado nos bloquea porque:
- No ganamos con la hipocresía. Los demás ven nuestra doble vida y rechazan la fe que profesamos.
- No podemos dar lo que no tenemos. No podemos llevar a otro a seguir genuinamente a Dios si no lo estamos siguiendo también.
- Nos aleja de Dios. La rebeldía contra Dios nos aleja de Dios. No podemos ser usados poderosamente por el Espíritu Santo de Dios si estamos alejados de Él.
Santidad radical
La respuesta a esta barrera de Satanás es la santidad radical. Es obedecer a Dios y ser más y más como Jesús. La única forma que nuestro enemigo no podrá limitarnos con el pecado, es si luchamos fuertemente contra nuestro pecado persistente. Luchamos continuamente por:
- Identificar nuestro pecado persistente, preguntándonos: “¿Cuál es el pecado persistente en mi vida ahora?”
- Confesar el pecado, reconociéndolo verbalmente a Dios y a otros hermanos.
- Creer el Evangelio: Que Cristo vino a este mundo, tomó forma de hombre, fue tentado pero nunca pecó, murió en nuestro lugar pagando el precio de nuestro pecado y fue resucitado de la muerte. En Él, no hay condenación y tenemos el poder para vencer a nuestro pecado.
- Atacar a nuestro pecado con toda la fuerza que Dios nos da, por decir “no” a la tentación, evitar los lugares en que somos tentados, llenar la mente y el corazón con la Palabra de Dios y orar cuando sentimos débiles.
Fluye la productividad
Cuando luchamos contra nuestro pecado persistente, abrimos la puerta para que Dios obre poderosamente a través de nosotros. Más pecado dejamos, más productivos somos en el Reino de nuestro Señor. Cada vez que dejamos un pecado persistente, Dios nos usa mucho más que antes para ayudar a otros a conocerle.
Acerca de este Plan
Cuando Jesús nos llama a seguirlo con total dedicación, encontramos fácilmente excusas y razones para no entregarnos por completo. Sí, pero ... Vemos las barreras que nos impiden seguir a Jesús radicalmente, y cómo superarlos.
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Queremos agradecer a Felipe Canarsky en conjunto con PazConDios. Para obtener más información, visite: http://www.PazConDios.com