Vida imposible 

En nuestra historia hoy vemos el milagro del nacimiento, y cómo Dios trae vida cuando humanamente es imposible. Es la historia de Isaac y su nacimiento imposible. 

Dios había prometido a Abraham y Sara que tendrían mucha descendencia, pero iba a ser imposible hacer realidad esta promesa, porque no sólo estaba estéril Sara, sino también los dos ya eran muy avanzados de años. No iban a poder tener un hijo. 

Pero esta historia no termina con una promesa divina rota, sino con su cumplimiento milagroso. Dios hace lo imposible. Sara concibió y en su vejez dio a luz Isaac.

Dios trajo vida de muerte. Hizo nacer cuando no era posible. Hizo vivir lo que estaba muerto. Lo de Isaac no fue ejemplo aislado, así obra Dios siempre. 

El mejor Isaac

Lo mismo hizo con Jesús. Isaac fue una sombra de otro Niño prometido; de otro nacimiento imposible. Con Jesús, igual que con Isaac, no había esperanza de que naciera — no porque su madre era mayor de edad y esteril, sino porque era virgen —. Pero igual que con Isaac, Dios trajo vida donde no la había. El Espíritu Santo engendró a María, y el Hijo de Dios nació.

Nosotros también 

Hay otro nacimiento imposible: Todos nos encontramos muertos en nuestra rebeldía contra Dios. Por desobedecer al Rey del universo, nos espera la muerte física, y luego el juicio divino y castigo eterno. Pero el mismo Dios que dio vida milagrosamente a Sara y Maria, también da vida a nosotros en medio de nuestra muerte espiritual. Cuando estamos muertos en nuestra carne, con malos deseos, enredados en rebeldía, bajo el control del diablo y bajo su condenación, Jesús nos salva. Nos hace nacer de nuevo y  cambia la carne y sus deseos; nos liberta de la muerte y de su condenación por perdonar nuestra rebeldía; nos da la promesa de vida eterna en su presencia.

Vida imposible

Isaac, Jesús y nosotros. 3 nacimientos imposibles. Todos son la obra milagrosa de Dios quien trae a la luz vida cuando humanamente es imposible.

Nosotros debemos entrar en esta vida por entregarnos a Jesús por arrepentirnos y bautizarnos; y luego vivir llenos de gratitud con Aquel que nos dio la vida cuando estábamos muertos.