Desafíos De La Nueva GeneraciónMuestra
Nada nos garantiza que aquello que nuestra cultura, nuestra época, nuestra conciencia o la misma Iglesia den por bueno en un momento determinado resistirá dignamente el paso del tiempo. Nadie está libre de la sombra de su época, que se extiende por nuestra conciencia e inconciencia como un ejército eficiente. En palabras de Vinicius de Moraes, «nadie es universal fuera de su quinta». Somos seres híbridos, forjados en tiempo y espacio, en redención y pecado; nada de lo que hagamos escapará de esa dinámica ambigua.
No hay vacunas para esta parcialidad y finitud, pero sí un paño frío. La humildad cristiana recuerda siempre que cualquier idea o convicción no agota la presencia de Cristo, la cual sigue siendo siempre desconcertante, como la de un ladrón. Una espiritualidad centrada en Jesús mantiene siempre una actitud iconoclasta, revisionista, dócil ante el dilema de la existencia, alérgica a todo esfuerzo —por válido que sea— que quiera convertirse en Absoluto.
Que alguien pronuncie mucho el nombre de Dios, invoque su voluntad o repita versículos y doctrinas no es garantía de nada. Como dijo Jesús, ni siquiera las señales aparentemente más convincentes de la aprobación divina son un sinónimo del aval de Dios: «El día del juicio, muchos me dirán: “¡Señor, Señor! Profetizamos en tu nombre, expulsamos demonios en tu nombre e hicimos muchos milagros en tu nombre”. Pero yo les responderé: “Nunca los conocí. Aléjense de mí, ustedes, que violan las leyes de Dios”» (Mt. 7:22,23).
¡Qué fácil resulta perderse en las propias intenciones! Las convicciones religiosas más profundas y piadosas pueden ser nuestra gran fortaleza, pero también la debilidad más despreciable. Romanos 10:2 lo dice en pocas palabras y con toda claridad: «Yo sé que ellos tienen un gran entusiasmo por Dios, pero es un fervor mal encauzado».
Arrio, el hereje más famoso de la historia, estaba tan preocupado por no faltarle el respeto a Dios, por defender su dignidad inconmensurable, que terminó afirmando que Jesús no podía ser divino. El celo santo también puede ser un camino a la herejía, la miseria y la confusión.
Perseguir apasionadamente lo que entendemos como voluntad de Dios, como objetivos nobles o como sana doctrina es un arma de doble filo, un artefacto de vida y de muerte. Nunca está de más experimentar esas convicciones con cautela teológica, con mucha humildad y a la luz de dos preguntas punzantes.
Primero: ¿expresa el carácter de Dios?
Y segundo: ¿perjudica a mi prójimo?
Escritura
Acerca de este Plan
Cambios sociales, políticos, económicos y culturales por todos lados. El mundo en el que vivimos hoy no es el mismo en el que vivían nuestros padres. Los desafíos son enormes. Más que nunca, necesitamos preguntarnos: ¿qué significa para nosotros hoy ser testigos del Evangelio de Jesucristo? Este plan es un extracto del libro “95 tesis para la nueva generación”, de Lucas Magnin.
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Nos gustaría agradecer a Editorial CLIE por proporcionar este plan. Para mayor información por favor visite: https://bit.ly/3OkAgLI