¿Qué Significa Servir a Dios?Muestra

Servimos a Dios, sirviendo a los demás.

“Pues somos la obra maestra de Dios. Él nos creó de nuevo en Cristo Jesús, a fin de que hagamos las cosas buenas que preparó para nosotros tiempo atrás.” (Efe.2:10)

La Biblia nos enseña que Jesucristo pudo completar la misión que Dios el Padre le encomendó, de darle significado y propósito a la humanidad al redimirla de sus pecados, porque entregó Su vida por completo con el fin de cumplir la voluntad de Dios por encima de Sus propios deseos (Mt. 26:39, Mc.10:45).

En Jesús, Dios nos llama y nos invita a ser parte de Su plan de redención para con la humanidad al permitirnos ser usados por Él para compartir las buenas nuevas de Jesucristo y al procurar hacer del mundo un lugar mejor al servirnos en amor los “unos a los otros”.

Si bien es cierto que Dios llama y capacita a hombres y mujeres para la obra del ministerio, dándoles la capacidad de ser pastores, maestros y evangelistas, la verdad es que todo creyente en Jesucristo es un ministro, es decir que Dios nos ha dado dones, talentos y habilidades para bendecir a la humanidad.

En la Biblia descubrimos muchos pasajes bíblicos que describen la intención del corazón de Dios al invitarnos al cuidado de “los unos por los otros”:

“Amémonos unos a otros.” (Jn.13:34)

“Sean amables unos con otros, sean de buen corazón, y perdónense unos a otros.” (Ef.4:32)

Y la lista continúa:

“… estén en paz los unos con los otros…” (Mc. 9:50)

“… tengan el mismo cuidado unos por otros.” (1 Corintios 12:25)

“… sírvanse por amor los unos a los otros.” (Gálatas 5:13)

¿Cuál es el principio espiritual que hay detrás de todos estos versículos bíblicos?

Lo primero, es que al servir a nuestro prójimo, que está padeciendo alguna necesidad, la Biblia enseña que finalmente estamos sirviendo a Dios, pues en Su misericordia Él quiere llevar cuidado y alivio a estas personas a través de nuestra vida (Mt. 25:35-36).

Y lo segundo tiene que ver con que al servir al prójimo, de esta forma, estamos agradando a Dios y no es otra cosa que hacer Su voluntad (Mi. 6:8)