Sabios Ante La OfensaMuestra
Lo que debe preocuparnos
No es una práctica demasiado realista la de no preocuparse sin más. Ese gesto, expresado así y llevado a la práctica de manera literal, implicaría algo tan aparentemente sencillo, pero tan increíblemente difícil a la vez como vaciar la mente y dejarla en blanco a la espera de que podamos ver el problema resuelto.
Todos sabemos que ese ejercicio no es compatible con nuestra naturaleza, luego la idea bíblica de dejar de lado el afán ha de venir, necesariamente, acompañada de otras cosas para que tenga sentido, como vemos en nuestro texto y en tantos otros a lo largo y ancho de la Escritura.
Cuando dejamos nuestra mente vacía de algo –o eliminamos de nuestra vida un mal hábito, por ejemplo– no basta con “dejar el hueco” y “esperar a que la magia suceda”, porque lo único que sí pasará es que no tardará mucho en volver a llenarse y, probablemente, de lo que nuestra propia inercia fabrica sin descanso: lo mismo que intentó dejar atrás, o sea, preocupación, angustia, malas actitudes o cualquier otro producto habitual en nuestros malos momentos.
O nos hacemos absolutamente intencionales (a la par que dejamos lo malo de lado) en llenarnos de lo que sí merece la pena y nos lleva donde debemos estar, o los tiempos de espera y dificultad se convertirán fácilmente en épocas en que nos consumiremos en la peor versión de nosotros, y nos alejaremos de Dios, en vez de acercarnos.
El fruto del Espíritu en nosotros cuesta, pero mucho más en tiempos de injusticia u ofensa, porque hemos de vaciarnos de nosotros, ofendidos como estamos. Él, sin embargo, actúa cuando nos negamos, tomamos la cruz y seguimos a Cristo. No hay otra fórmula.
En los compases de espera, no nos equivoquemos, tenemos mucho que hacer. Se nos acumulan los “deberes” en forma de:
- buscar agradarle,
- caminar en Sus caminos y guardarlos,
- apartarnos del mal,
- entender Sus palabras,
- confiar en Él,
- caminar prudentemente,
- cuidar nuestras palabras añadiéndoles gracia,
- trabajar nuestro entendimiento,
- controlar nuestro carácter...
Si somos honestos, la tarea es mucha, y no hay tiempo para aburridas esperas. Todas estas cosas mencionadas y muchas otras son las que sustituyen preocupación por santa ocupación en el momento de la ofensa. ¿A qué estamos esperando, entonces?
Mientras dejamos a Dios traer orden y trabajar en esa ofensa, no estemos ociosos. Hagamos lo que tenemos que hacer, y dejemos que Dios ponga Su decisión en nuestra suerte. Él no defrauda nunca.
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Acerca de este Plan
La ofensa (y el dolor que trae) son experiencias universales. También lo mal que reaccionamos ante ellas. ¿Actuamos bien ante el dolor real, frente a un golpe palpable, ante algo que va mucho más allá de sensibilidades o de tener “la piel demasiado fina”? ¿Cómo responder SABIAMENTE ante las afrentas? Proverbios 16 nos da una estupenda hoja de ruta. ¿La exploramos juntos?
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