Adviento en familia de Infinitum: Semana 3Muestra

Todos estamos conectados, todos. No importa si eres rico o pobre, qué idioma hablas, o tu género, no importa si vives lejos o cerca de alguien, etc. Hay muchas maneras de describir que todos somos diferentes, pero lo cierto es que todos compartimos una conexión.

Obviamente no podemos ver esa conexión; ¡No es como si estuviéramos unidos con una cuerda! ¡Pero que no podamos verla no significa que no esté allí! De hecho, estamos tan conectados que incluso nos sentimos mal cuando vemos que algo malo le sucede a otra persona (¡aunque no nos haya pasado a nosotros!). Eso también nos pasa cuando sucede algo bueno: ¿alguna vez has tratado de no reírte cuando alguien se ríe como loco? ¡Es imposible!

Dios nos diseñó de esa manera y además puso una pequeña parte de sí mismo en cada persona, creando ese vínculo invisible entre todos los humanos. En realidad, es una idea brillante: ¿qué mejor manera de exhortarnos a ser amables y tratarnos bien entre nosotros?

Jesús dijo: “Si te aferras a tu vida, la perderás. Pero si entregas tu vida por Mí, la encontrarás”. Eso es asombroso. En primer lugar... ¿Puedes pensar en formas en las que podríamos aferrarnos a nuestra vida? Adelante, prueba pensar en algunas formas…una pausa… Tal vez sea ser protector de las cosas que poseemos, estar realmente molesto cuando las cosas no salen como esperábamos, o querer pasar horas haciendo solamente cosas que nos sirven y nos hacen felices.

Jesús dice que si vivimos de esa manera no estamos viviendo en absoluto. Él dice que la vida (la vida real) empieza cuando comenzamos a vivir de la manera que coincide con Su forma de ver el mundo y esto no es solo para hacerlo feliz. ¿Recuerdas que nos dijo que lo que hacemos por otras personas es como si lo estuviéramos haciendo por Él? Cuando comenzamos a prestar menos atención a lo que podemos obtener de cada momento y más atención a cómo podemos darle ese momento a otra persona, la VIDA comienza a ser realmente buena… ¡Para nosotros! Todos estamos conectados, así que mientras tú y yo invertimos el uno en el otro (invirtiendo en las cosas que Jesús más valora), ambos estamos experimentando ‘la vida’.

Así que probemos esta idea para ver su magnitud. ¿Cómo es pensar más en los demás que en nosotros mismos? Empecemos por nombrar tres cosas que quieres que sucedan esta Navidad. ¿Las tienes? Apuesto a que son geniales. Ahora, enumera seis cosas que deseas que les sucedan a otros esta Navidad (¡no tengas miedo de soñar en grande e incluso de soñar con personas que están lejos o que no conoces personalmente!) además de tus propios deseos. ¡Y acabas de practicar una manera de estar más interesado en los demás que en ti mismo!

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