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Un evangelio que produce cambios

Desde que Jesús regresó al Padre, hombres y mujeres han llevado a cada tribu, país y nación de la tierra la Palabra de Dios, dando inicio a una serie de transformaciones espirituales y sociales nunca antes vista en la historia.

Los cambios sociales que los cristianos comenzaron a desarrollar en sus comunidades, se iniciaron prontamente, antes del término del primer siglo de nuestra era.

Cuando hablamos de transformar, no nos referimos solamente al cambio de conductas, aunque esto es muy necesario; y en ese aspecto, hemos sido muy exitosos. Las personas que tuvieron un encuentro con Jesús, su corazón fue cambiado y su conducta reformada.

Ahora, aunque el cambio de conductas es esencial para la transformación de nuestras vidas, de nuestra sociedad y de nuestras naciones, no es suficiente. Implicará también el cambio de leyes e instituciones y maneras de pensar.

Hemos visto que cuando los cristianos, tuvieron corazones y mentes transformadas por la palabra de Dios, suprimieron o crearon leyes que cambiaron situaciones de dolor e injusticia practicadas en su sociedad. Ellos le pusieron fin a instituciones tradicionales, lucrativas y populares, que iban claramente en contra de los principios de Dios.

Para hablar seriamente de transformación social no es suficiente con enfocarnos en la cantidad de cristianos evangélicos que un país tiene, lo importante será considerar cuánto ha penetrado la Palabra de Dios en nuestra sociedad, tanto en personas, como en leyes e instituciones.

No es sólo que más gente se haga evangélica, sino que la palabra de Dios llegue, transforme y produzca cambios profundos en nuestro entorno social, político y cultural.

Debemos de entender, que no es necesario que todos se hagan cristianos para que haya transformación, pero si se necesita una masa crítica que viva realmente su cristianismo y que sea activa en ser sal y luz en su sociedad.

Esta es una meta concreta y medible a la que podemos aspirar. Sin embargo, para ser una real influencia, como seguidores de Cristo debemos estar firmes y claros en nuestro pensamientos, creencias, con una fuerte cosmovisión bíblica.

Esta claridad nos permitirá ser profetas, como Iglesia de Cristo, en cada uno de los lugares en donde Dios nos ha plantado