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Esperanza en la renovación versus escape

En un día de calor abrasador, instintivamente esperamos encontrar sombra. Y cuando estalla la violencia, automáticamente esperamos que haya seguridad. Del mismo modo, cuando sufrimos y la corrupción invade nuestro mundo, con frecuencia esperamos un escape al Cielo donde podamos descansar en paz después de la muerte. Pero, ¿qué pasa si esa esperanza está puesta en el lugar o en la persona equivocada?

¿Y si lo que Jesús nos está enseñando es a descansar en paz ahora mismo, mientras estemos vivos, y a esperar la realidad prometida por Dios de una Tierra renovada más que un plan de fuga divino?

El Nuevo Testamento sí expone algunas ideas ambiguas sobre personas que se unen a Dios en el paraíso celestial después de la muerte, pero no son el centro de atención de la Biblia. Desde el comienzo (Génesis) hasta el final (Apocalipsis), las Escrituras cuentan la historia de que Dios unió el Cielo y la Tierra para formar un mundo hermoso, donde toda la bondad de su Reino es la misma en la Tierra como en el Cielo. El nuestro es un escape de la muerte y la corrupción en nuestro mundo, no de nuestro mundo en sí mismo.

Al igual que el Reino celestial de Dios, su creación renovada estará libre de la muerte y el deterioro, llena de provisiones interminables y amor ilimitado entre todas las criaturas vivientes. Jesús le ora al Padre: "Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, así en la tierra como en el cielo" (Mateo 6:10). Él no está dando una enseñanza generalizada para que la gente ponga su esperanza en un escape a un lugar mejor; nos está enseñando específicamente a esperar la renovación prometida por Dios de todas las cosas.

Con esa esperanza, aprendemos a amar y bendecir a las personas más que a evitarlas o juzgarlas. Aprendemos a cuidar el mundo de Dios en lugar de abandonarlo. Nuestro anhelo de la renovación prometida por Dios se convierte en una verdadera esperanza viva, y eso nos mueve a descansar en paz en este momento, aquí en nuestro mundo que Dios está renovando.