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El Hilo Rojo: La Historia De RedenciónMuestra

El Hilo Rojo: La Historia De Redención

DÍA 5 DE 7

Dios continúa Su historia al conformar un pueblo para Él, al llamar a hombres y mujeres a confiar en Él para servirlo, adorarlo y obedecerlo.

Dios continúa Su historia al conformar un pueblo para Él. Lo que implica que Él sería su Dios, su Rey, su autoridad, y que el pueblo se distinguiría de otros por ser de Él. Dios inicia Su pueblo llamando a un hombre, Abram. No lo llama porque haya encontrado en él algo mejor o porque este lo estuviera buscando o hubiera acumulado algún mérito —no había un reclutamiento público para servir a Dios—. Más bien, vemos Su autoría y gracia en llamar a pecadores a conocerlo, a tener una relación con Él y representarlo en este mundo.

Eso fue lo que hizo con el pueblo de Israel, que luego culmina en lo que hoy llamamos la Iglesia de Cristo, miembros de toda lengua, raza y nación. Lo que deseamos resaltar es que esta historia se va entretejiendo en la mente sabia y soberana de Dios por medio de hombres que atienden Su llamado.

Los que han creído en Dios son de Él, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento. La salvación siempre ha sido por fe en Él. Una fe hermosa, una fe informada por la verdad de quién es Dios y lo que ha hecho en favor de Su pueblo. Si somos de Él, mostramos serlo al manifestar esa fe en nuestro diario vivir de manera diferente al mundo.

Ese ha sido Su propósito, que otros lo conozcan por medio de Su creación, tanto en la naturaleza como en Sus agentes creados a Su imagen y semejanza. Es una bendición ser hija de Dios. Nuestra historia inicia con Él y culmina con Él. Meditar en estas verdades necesitan una respuesta de admiración, adoración y reverencia a Su majestad.

APRENDE-VIVE-LIDERA

  • Aprende: ¿Cómo has comprendido el Antiguo Testamento? ¿Has podido ver a Jesús en cada historia relatada?
  • Vive: Lee 1 Pedro 2:8b-10 y medita en lo que implica ser pueblo de Dios.
  • Lidera: Comparte esta meditación

ORACIÓN

Oremos. Señor, grande eres Tú. ¿Quién hace las cosas que Tú haces? Perdóname por olvidar Tu majestad, Tu poderío, y por no tener temor de quién eres y lo que has hecho. Ayúdame a representarte en este mundo, a perseverar en la fe y a buscarte en Tu Palabra. Gracias por hacerme Tuya. En Cristo, amén.

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