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Sexo: la diosa Afrodita

Vivimos en una era donde la sexualidad no solo impregna cada aspecto de nuestra cultura, sino que también se ha elevado al estatus de un ídolo, definiendo identidades y dictando normas de conducta. Esta omnipresencia de la sexualidad, promovida como el pináculo del placer y la libertad personal, nos recuerda el culto a Afrodita en la antigüedad, donde la búsqueda del placer se convertía en el objetivo supremo de la existencia humana.

Sin embargo, la promesa de satisfacción a través de la sexualidad se ha convertido en una fuente de dolor, heridas y trauma, llevando a la sociedad a confundir el apetito por la satisfacción personal con el verdadero amor. La ironía de este ídolo moderno es que, aunque promete placer sin fin, nunca es suficiente, creando un ciclo de adicción y descontento.

En el corazón del problema está la distorsión de un don divino: la sexualidad, que la Biblia celebra en el Cantar de los Cantares como una expresión hermosa del amor erótico dentro del contexto del matrimonio. Sin embargo, cuando se idolatra, la sexualidad se aleja de su propósito divino, llevándonos a la deshumanización y a la esclavitud, a nuestros deseos.

Pablo, al escribir a los corintios, aborda este desafío al recordarles que, aunque "todas las cosas me son lícitas... no me dejaré dominar de ninguna" (1 Corintios 6:12). En una cultura rodeada de idolatría sexual, Pablo llama a los creyentes a recordar que su cuerpo no es para la "porneia", sino para el Señor. Esta exhortación no solo destaca la importancia de controlar nuestros deseos, sino también de reconocer que nuestra identidad y propósito se encuentran en Cristo, no en nuestra sexualidad.

Como cristianos, estamos llamados a redimir la sexualidad de su estatus de ídolo, reconociendo que es un regalo de Dios destinado a ser disfrutado dentro de los límites de Su diseño. Esto implica un rechazo consciente de la mentalidad que impregna nuestra cultura, que reduce la sexualidad a un mero acto de gratificación personal, y nos invita a descubrir el verdadero significado del amor y la intimidad.

La respuesta al ídolo de la sexualidad no es la represión, sino la redención. Jesús, el ejemplo supremo de amor, nos enseñó que el amor verdadero no se trata de tomar, sino de dar, incluso al punto de dar la vida por los demás (Juan 15:13). En este acto de amor supremo, encontramos la clave para comprender y disfrutar la sexualidad de una manera que honra a Dios y enriquece nuestras vidas humanas.

En un mundo donde la sexualidad a menudo nos deja sintiéndonos vacíos y preguntándonos, "¿Y esto es todo?", Jesús nos ofrece una visión más profunda y satisfactoria de la conexión humana. Al ubicar la sexualidad dentro del marco del amor genuino y la entrega mutua, podemos comenzar a sanar de las heridas causadas por su idolatría y descubrir la belleza de una sexualidad redimida.

Hoy, te invito a reflexionar sobre cómo la cultura actual ha influenciado tu percepción de la sexualidad. ¿Se ha convertido en un ídolo en tu vida, o la estás viviendo como un don divino, diseñado para reflejar el amor y la fidelidad de Dios? Que podamos encontrar en Jesús, no solo el perdón y la sanación para nuestras heridas, sino también la sabiduría para disfrutar de este regalo divino de una manera que honre al Creador y enriquezca nuestras relaciones humanas.