Bendición MultigeneracionalMuestra

EL LEGADO

Recuerdo una experiencia que marcó nuestro camino en el ministerio cuando mi esposo y yo estábamos empezando. Visitamos varias iglesias y ministerios con el deseo de aprender de cada uno. Un amigo de mi esposo nos llevó al instituto bíblico donde él había estudiado hacía unos 20 años. Durante el largo trayecto en auto, nuestro amigo nos hablaba con entusiasmo sobre las maravillas de ese lugar.

Al llegar, nos encontramos con un sitio que parecía abandonado, con malas hierbas creciendo entre las grietas del estacionamiento. La decoración anticuada y el olor a guardado me recordaron a la iglesia de mi infancia. Durante nuestra conversación con el director, nos contó entre risas sobre la última clase que había enseñado, la cual resultó ser bastante frívola.

Esa noche, en la habitación del hotel, reflexionamos sobre lo que habíamos presenciado. Nos dimos cuenta de que, aunque el fundador había sido un hombre de Dios con un ministerio impactante, no había priorizado el discipulado para asegurar la continuidad de su obra. Esta experiencia nos llevó a replantearnos nuestras prioridades y a comprender que era más efectivo enfocarnos en discipular personas que en construir organizaciones. Desde entonces, hemos sido muy intencionales en priorizar el discipulado, tanto con nuestros hijos como con nuestro equipo, para transmitirles la antorcha de nuestra fe.

Quiero dirigirme a ti, quien me escucha, independientemente de cuánto tiempo llevas en la fe. Llegará el momento en que tendrás que pasar la antorcha de la fe a la próxima generación, tal como en una carrera de postas. Una de las últimas instrucciones registradas de Jesús se encuentra en Hechos 1:8, donde se nos dice que seremos sus testigos en Jerusalén, Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra. Jerusalén representa nuestro hogar, y es allí donde debemos comenzar a compartir nuestra fe, especialmente con nuestros hijos, quienes están más cerca de nosotros y sobre quienes tenemos mayor influencia.

A menudo, especialmente en el ministerio, podemos caer en la trampa de priorizar a las personas lejanas, descuidando a nuestra propia familia. Sin embargo, esta no es la voluntad de Dios. La estrategia del enemigo ha sido alejar a los "grandes cristianos" de sus familias, haciéndoles creer que no es importante ser un buen cristiano con quienes están cerca. Esto ha resultado en la decepción de muchas generaciones y el corte de grandes legados espirituales.

Pero Dios tiene una estrategia diferente. En el Salmo 78:5-7, vemos cómo Dios instruye a Israel a enseñar Sus mandamientos a las generaciones futuras, para que cada una ponga su esperanza en Él y no olvide Sus maravillas. Dios nos desafía a pensar a largo plazo, considerando cómo nuestras decisiones afectarán a nuestras futuras generaciones.

Moisés, antes de partir, recapitula los mandamientos del Señor para el pueblo de Israel y repite las palabras de Dios sobre las generaciones futuras. Dios nos revela un principio divino de momentum: cuando obedecemos Sus mandamientos, Él extiende Su misericordia y bendición a nuestros hijos, nietos y bisnietos. Del mismo modo, cuando desobedecemos, las futuras generaciones son afectadas.

Cada victoria espiritual que alcanzamos es una bendición que heredan nuestros hijos. Cada maldición que rompemos en oración es una carga menos que ellos tendrán que enfrentar. Invertir en el discipulado de nuestros hijos es la mejor inversión que podemos hacer, porque les estamos dando una herencia eterna.

Al final de nuestras vidas, lo que más paz y satisfacción nos traerá es saber que nuestros hijos y nietos nos esperan en el cielo.

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Este plan devocional es parte de la serie de enseñanzas “Bendición multigeneracional” disponible en RightNow Media. Consigue más información aquí.