La Adoración Congregacional Para Una Vida De Intimidad Con DiosMuestra

“Zacarías y Elisabet eran justos a los ojos de Dios... No tenían hijos...y los dos eran ya muy ancianos. Cierto día, Zacarías se encontraba sirviendo a Dios en el templo... le tocó... quemar el incienso. Mientras... una gran multitud estaba afuera orando. Y mientras Zacarías estaba en el santuario, se le apareció un ángel... que le dijo: —... Dios ha oído tu oración. Tu esposa... te dará un hijo... será grande a los ojos del Señor... y... lleno del Espíritu Santo...”, Lucas 1:6-15 (NTV).

Zacarías recibió la bendición más grande de su vida mientras servía a Dios. Pensemos en algunos detalles del pasaje. ¿Qué hacía Zacarías cuando el ángel le prometió un hijo? Oraba, adoraba y quemaba incienso. ¿Dónde? En el altar de oro, muy cerca del velo que separaba el lugar Santo del Santísimo. Ofrecer incienso a Dios era el acto más solemne de toda la liturgia, ya que el sacerdote se encontraba increíblemente cerca de la presencia de Dios. Ahora bien, no todos los sacerdotes tenían ese honor, solo aquellos que salían sorteados y una vez en la vida. Era un privilegio del que participaban muy pocos.

Revivamos aquel momento inolvidable en la vida del sacerdote. Zacarías camina hacia el altar acompañado por dos ayudantes. Uno de ellos lleva un tazón de oro con carbones encendidos para esparcirlos sobre el altar del incienso. Una vez que lo hace se retira. El otro asistente porta un incensario de oro que deja junto al altar, luego también se retira. Zacarías está a punto de celebrar el acto más solemne. Coloca incienso sobre las brasas provocando una nube que se eleva y satura el recinto con su hermosa fragancia. No solo el perfume asciende sino las oraciones de gratitud y toda la adoración que el sacerdote ofrece. Mientras tanto, el pueblo ora en el atrio esperando que Zacarías regrese del altar y pronuncie la bendición Aarónica.