Perseverar: Hechos 2Muestra

La oración
La oración fue una de las columnas fundamentales sobre las cuales se edificó la Iglesia primitiva. No era una práctica aislada ni una acción de emergencia, sino un estilo de vida. La comunidad de creyentes se reunía constantemente para orar, sabiendo que la oración era el motor que impulsaba cada paso, cada decisión, cada milagro. Oraban juntos, con fervor, con fe, y con una profunda convicción de que Dios escuchaba y respondía.
La oración no era vista como un deber religioso, sino como una conversación constante con el Padre. Jesús había enseñado a sus discípulos a orar con sinceridad, sin vanas repeticiones, con confianza en la provisión y el carácter del Padre celestial. Los primeros cristianos tomaron esta enseñanza y la pusieron en práctica cada día. Oraban en las casas, en el templo, en las calles, en la cárcel. La oración era parte del ADN de la Iglesia naciente.
La oración también fue el vínculo que unió corazones. Era el espacio donde compartían cargas, donde intercedían unos por otros, donde clamaban por la salvación de otros y por la guía del Espíritu. A través de la oración, la comunidad crecía en sensibilidad, dependencia y obediencia a Dios. Cada vez que se enfrentaban a un desafío, su primera respuesta era orar.
Hoy, muchas veces relegamos la oración a un último recurso, cuando debería ser nuestra primera respuesta. La oración no solo transforma circunstancias, sino que nos transforma a nosotros. Nos alinea con el corazón de Dios, nos sensibiliza al dolor ajeno, nos fortalece en medio de la debilidad y nos recuerda que no estamos solos. La oración nos conecta con el poder del cielo en medio de la tierra.
Dios sigue escuchando. Él no está distante ni indiferente. Anhela que volvamos al lugar secreto, que restauremos nuestra intimidad con Él, que aprendamos a escuchar su voz y confiar en sus tiempos. La oración no es un ritual, es una relación. Es allí donde encontramos descanso, dirección y esperanza. La iglesia que ora es una iglesia viva, activa y llena del Espíritu.
Aplicación práctica: Examina tu vida de oración. ¿Es constante o esporádica? ¿Formal o íntima? Dedica un tiempo diario a buscar a Dios con sinceridad. Comienza orando con otros. La oración compartida fortalece la fe.
Escritura
Acerca de este Plan

¿Y si pudieras experimentar una fe tan vibrante como la de la primera iglesia? En esta serie de 6 capítulos, inspirada en Hechos capítulo 2, Majo y Dan se sumergen en las prácticas espirituales que marcaron a los primeros creyentes: la comunión, la enseñanza de la Palabra, las comidas compartidas, la oración y una generosidad radical. Descubrí cómo estos pilares pueden renovar tu espiritualidad, fortalecer tus relaciones y llenarte de una esperanza viva.
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