»Al final de cada séptimo año, tienes que anular las deudas de todos los que te deban dinero. Lo harás de la siguiente manera: cada uno anulará los préstamos que le haya hecho a otro hermano israelita; nadie exigirá ningún pago de sus vecinos ni de sus parientes, porque habrá llegado el tiempo del SEÑOR para la liberación de las deudas. Sin embargo, esa liberación solo sirve para tus hermanos israelitas, pero no para los extranjeros que vivan en medio de ti.
»No deberá haber pobres en medio de ti, porque el SEÑOR tu Dios te bendecirá en abundancia en la tierra que te da como preciada posesión. Recibirás esa bendición si te aseguras de obedecer los mandatos del SEÑOR tu Dios que te entrego hoy. El SEÑOR tu Dios te bendecirá tal como lo prometió. Prestarás dinero a muchas naciones, pero nunca tendrás necesidad de pedirles prestado. Tú gobernarás a muchas naciones, pero ellas no te gobernarán a ti.
»Pero si hubiera israelitas pobres en tus ciudades cuando llegues a la tierra que el SEÑOR tu Dios te da, no seas insensible ni tacaño con ellos. En cambio, sé generoso y préstales lo que necesiten. No seas mezquino ni le niegues un préstamo a alguien por el hecho de que se acerca el año para anular las deudas. Si te niegas a dar el préstamo, y la persona con necesidad clama al SEÑOR, serás culpable de pecado. Da al pobre con generosidad, no de mala gana, porque el SEÑOR tu Dios te bendecirá en todo lo que hagas. Siempre habrá algunos que serán pobres en tu tierra, por eso te ordeno que compartas tus bienes generosamente con ellos y también con otros israelitas que pasen necesidad.
»Si tu hermano hebreo, hombre o mujer, se vende a ti como siervo y te sirve por seis años, al séptimo año deberás dejarlo en libertad.
»Cuando liberes a un siervo varón, no lo despidas con las manos vacías. Sé generoso con él y regálale como despedida algo de tus rebaños, de tus granos y de tus vinos. Dale parte de la abundante riqueza con la que el SEÑOR tu Dios te haya bendecido. ¡Recuerda que una vez tú fuiste esclavo en la tierra de Egipto y que el SEÑOR tu Dios te liberó! Por esa razón, te doy este mandato.
»Pero supongamos que tu siervo dice: “No te dejaré”, porque se ha encariñado contigo y con tu familia, y le ha ido bien en tu casa. En ese caso, toma un punzón y perfórale el lóbulo de la oreja contra la puerta. Entonces será tu siervo por el resto de su vida. Haz lo mismo con tus siervas.
»No pienses que liberar a tus siervos es una gran pérdida. Recuerda que, durante seis años, te brindaron un servicio que vale el doble del salario de un obrero contratado, y el SEÑOR tu Dios te bendecirá en todo lo que hagas.