La siguiente es la bendición que Moisés, hombre de Dios, le dio al pueblo de Israel antes de morir: «El SEÑOR vino desde el monte Sinaí y se nos apareció en el monte Seir; resplandeció desde el monte Parán y llegó desde Meriba-cades con llamas de fuego en la mano derecha. Él ama verdaderamente a su pueblo; todos sus santos están en sus manos. Ellos siguen sus pasos y aceptan sus enseñanzas. Moisés nos dio la instrucción del SEÑOR, que es una posesión exclusiva del pueblo de Israel. El SEÑOR era el rey en Israel cuando los líderes del pueblo se reunieron, cuando las tribus de Israel se juntaron como una sola». Moisés dijo lo siguiente sobre la tribu de Rubén: «Que la tribu de Rubén viva y no desaparezca, aunque sean pocos en cantidad». Moisés dijo lo siguiente sobre la tribu de Judá: «Oh SEÑOR, oye el clamor de Judá y reúnelo como un solo pueblo. Dale fuerzas para defender su causa; ayúdalo contra sus enemigos». Moisés dijo lo siguiente sobre la tribu de Leví: «Oh SEÑOR, has dado tu Urim y Tumim —el sorteo sagrado— a tus siervos fieles, los levitas. Los pusiste a prueba en Masá y luchaste con ellos en las aguas de Meriba. Los levitas obedecieron tu palabra y cumplieron tu pacto. Fueron más leales a ti que a sus propios padres. Ignoraron a sus parientes y no reconocieron a sus propios hijos. Ellos enseñan tus ordenanzas a Jacob y dan tus instrucciones a Israel. Ofrecen incienso delante de ti y presentan ofrendas quemadas enteras sobre el altar. Oh SEÑOR, bendice el servicio de los levitas y acepta todo el trabajo de sus manos. Hiere a sus enemigos donde más les duela y derriba a sus adversarios para que no vuelvan a levantarse». Moisés dijo lo siguiente sobre la tribu de Benjamín: «Los de Benjamín son amados por el SEÑOR y viven seguros a su lado. Él los rodea continuamente y los protege de todo daño». Moisés dijo lo siguiente sobre las tribus de José: «Que el SEÑOR bendiga su tierra con el precioso regalo del rocío de los cielos y el agua que está debajo de la tierra, con los ricos frutos que maduran al sol y las cosechas abundantes de cada mes, con los mejores cultivos de las antiguas montañas y la abundancia de las colinas eternas, con lo mejor que da la tierra y su plenitud, y el favor de aquel que apareció en la zarza ardiente. Que estas bendiciones reposen sobre la cabeza de José y coronen la frente del príncipe entre sus hermanos. José tiene la majestad de un toro joven; tiene los cuernos de un buey salvaje. Corneará a naciones lejanas hasta los extremos de la tierra. Esa es mi bendición para las multitudes de Efraín y los millares de Manasés».
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