Entonces la nube cubrió el tabernáculo, y la gloria del SEÑOR llenó el tabernáculo. Moisés no podía entrar en el tabernáculo, porque la nube se había posado allí, y la gloria del SEÑOR llenaba el tabernáculo. Cada vez que la nube se levantaba del tabernáculo, el pueblo de Israel se ponía en marcha y la seguía. Pero si la nube no se levantaba, ellos permanecían donde estaban hasta que la nube se elevaba. Durante el día, la nube del SEÑOR quedaba en el aire sobre el tabernáculo y, durante la noche, resplandecía fuego dentro de ella, de modo que toda la familia de Israel podía ver la nube. Eso mismo ocurrió durante todos sus viajes.
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