La voz me dijo: «Hijo de hombre, come lo que te doy, ¡cómete este rollo! Luego ve y transmite el mensaje a los israelitas». Así que abrí la boca y él me dio a comer el rollo. «Llénate el estómago con esto», me dijo. Al comerlo, sentí un sabor tan dulce como la miel. Luego me dijo: «Hijo de hombre, ve a los israelitas y dales mis mensajes. No te envío a un pueblo de extranjeros que habla un idioma que no comprendes. No, no te envío a gente que habla un idioma extraño y difícil de entender. Si te enviara a esas personas, ¡ellas te escucharían! ¡Pero los israelitas no te escucharán a ti como tampoco me escuchan a mí! Pues todos y cada uno de ellos son tercos y duros de corazón. Sin embargo, mira, te he hecho tan obstinado y duro de corazón como ellos. ¡Endurecí tu frente tanto como la roca más dura! Por lo tanto, no les tengas miedo ni te asustes con sus miradas furiosas, por muy rebeldes que sean».
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