Entonces el 17 de octubre de ese mismo año, el SEÑOR envió otro mensaje por medio del profeta Hageo: «Di lo siguiente a Zorobabel, hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y a Jesúa, hijo de Jehosadac, el sumo sacerdote, y al remanente del pueblo de Dios allí en la tierra: “¿Alguno de ustedes recuerda esta casa —este templo— con su antiguo esplendor? ¿Cómo se compara este con el otro? ¡No se parecen en nada! Sin embargo, ahora el SEÑOR dice: Zorobabel, sé fuerte. Jesúa, hijo de Jehosadac, sumo sacerdote, sé fuerte. Ustedes que aún quedan en la tierra, sean fuertes. Así que ahora, ¡manos a la obra!, porque yo estoy con ustedes, dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales. Mi Espíritu permanece entre ustedes, así como lo prometí cuando salieron de Egipto. Por lo tanto, no teman”.
»El SEÑOR de los Ejércitos Celestiales dice: “Dentro de poco, haré temblar los cielos y la tierra, los océanos y la tierra firme una vez más. Haré temblar a todas las naciones y traerán los tesoros de todas las naciones a este templo. Llenaré este lugar de gloria, dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales. La plata es mía y el oro es mío, dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales. La futura gloria de este templo será mayor que su pasada gloria, dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, y en este lugar, traeré paz. ¡Yo, el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, he hablado!”».