¡Qué bondadoso es el SEÑOR! ¡Qué bueno es él! ¡Tan misericordioso, este Dios nuestro! El SEÑOR protege a los que tienen fe como de un niño; estuve frente a la muerte, y él me salvó. Que mi alma descanse nuevamente, porque el SEÑOR ha sido bueno conmigo. Me rescató de la muerte; quitó las lágrimas de mis ojos, y libró a mis pies de tropezar. ¡Así que camino en la presencia del SEÑOR mientras vivo aquí en la tierra! Creí en ti, por tanto dije: «SEÑOR, estoy muy afligido». En mi ansiedad clamé a ti: «¡Estas personas son todas mentirosas!».
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