A todo tu pueblo le conté de tu justicia. No tuve temor de hablar con libertad, como tú bien lo sabes, oh SEÑOR. No oculté en mi corazón las buenas noticias acerca de tu justicia; hablé de tu fidelidad y de tu poder salvador. A todos en la gran asamblea les conté de tu fidelidad y tu amor inagotable. SEÑOR, no me prives de tus tiernas misericordias; que tu amor inagotable y tu fidelidad siempre me protejan. Pues me rodean las dificultades, ¡son demasiadas para contar! Es tal la acumulación de mis pecados que no puedo ver una salida. Suman más que los cabellos de mi cabeza y he perdido toda mi valentía. Por favor, SEÑOR, ¡rescátame! Ven pronto, SEÑOR, y ayúdame. Que los que tratan de destruirme sean humillados y avergonzados; que los que se deleitan en mis dificultades retrocedan con deshonra; que su vergüenza los horrorice, porque dijeron: «¡Ajá! ¡Ahora sí lo atrapamos!». Pero que todos los que te buscan se alegren y se gocen en ti; que los que aman tu salvación griten una y otra vez: «¡El SEÑOR es grande!». En cuanto a mí, pobre y necesitado, que el Señor me tenga en sus pensamientos. Tú eres mi ayudador y mi salvador; oh Dios mío, no te demores.
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