«Oh pueblo mío, escucha cuando te hablo. Estas son las acusaciones que tengo contra ti, oh Israel: ¡yo soy Dios, tu Dios! No tengo quejas de tus sacrificios ni de las ofrendas quemadas que ofreces constantemente. Pero no necesito los toros de tus establos ni las cabras de tus corrales. Pues todos los animales del bosque son míos, y soy dueño del ganado de mil colinas. Conozco a cada pájaro de las montañas, y todos los animales del campo me pertenecen. Si tuviera hambre, no te lo diría a ti, porque mío es el mundo entero y todo lo que hay en él. ¿Acaso me alimento de carne de toro? ¿Acaso bebo sangre de cabra? Haz que la gratitud sea tu sacrificio a Dios y cumple los votos que le has hecho al Altísimo. Luego llámame cuando tengas problemas, y yo te rescataré, y tú me darás la gloria».
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