»Escúchame, pueblo mío, en tanto te doy severas advertencias. ¡Oh Israel, si tan solo me escucharas! Jamás debes tener un dios extranjero; nunca debes inclinarte frente a un dios falso. Pues fui yo, el SEÑOR tu Dios, quien te rescató de la tierra de Egipto. Abre bien tu boca, y la llenaré de cosas buenas. »Pero no, mi pueblo no quiso escuchar; Israel no quiso que estuviera cerca. Así que dejé que siguiera sus tercos deseos y que viviera según sus propias ideas. ¡Oh, si mi pueblo me escuchara! ¡Oh, si Israel me siguiera y caminara por mis senderos! ¡Qué rápido sometería a sus adversarios! ¡Qué pronto pondría mis manos sobre sus enemigos! Los que odian al SEÑOR se arrastrarían delante de él; quedarían condenados para siempre. Pero a ustedes los alimentaría con el mejor trigo; los saciaría con miel silvestre de la roca».
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