La rectitud y la justicia son el cimiento de tu trono; el amor inagotable y la verdad van como séquito delante de ti. Felices son los que oyen el alegre llamado a la adoración, porque caminarán a la luz de tu presencia, SEÑOR. Todo el día se alegran de tu maravillosa fama; se regocijan por tu justicia. Tú eres la fuerza gloriosa de ellos. A ti te agrada hacernos fuertes. Así es, nuestra protección viene del SEÑOR, y él, el Santo de Israel, nos ha dado nuestro rey. Hace mucho tiempo hablaste a tu pueblo fiel en una visión. Dijiste: «He levantado a un guerrero; lo seleccioné de la gente común para que fuera rey. Encontré a mi siervo David; lo ungí con mi aceite santo. Con mi mano lo mantendré firme; con mi brazo poderoso, lo haré fuerte. Sus enemigos no lo vencerán ni lo dominarán los malvados. Aplastaré a sus adversarios frente a él y destruiré a los que lo odian. Mi fidelidad y mi amor inagotable lo acompañarán, y con mi autoridad crecerá en poder. Extenderé su gobierno sobre el mar, su dominio sobre los ríos. Y él clamará a mí: “Tú eres mi Padre, mi Dios y la Roca de mi salvación”.
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