Entonces el ángel que había estado hablando conmigo volvió y me despertó, como si hubiera estado dormido. —¿Qué ves ahora? —me preguntó. —Veo un candelabro de oro macizo con un tazón de aceite encima —contesté—. Alrededor del tazón hay siete lámparas y cada una tiene siete conductos para las mechas. También veo dos olivos, uno a cada lado del tazón. Entonces le pregunté al ángel: —¿Qué es todo esto, mi señor? ¿Qué significa? —¿No lo sabes? —preguntó el ángel. —No, mi señor —le contesté. Entonces me dijo: —El SEÑOR dice a Zorobabel: “No es por el poder ni por la fuerza, sino por mi Espíritu, dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales. Nada impedirá el camino de Zorobabel, ni siquiera una montaña gigantesca, ¡pues se convertirá en llanura delante de él! Y cuando Zorobabel coloque la última piedra del templo en su lugar, la gente gritará: ‘¡Dios lo bendiga! ¡Dios lo bendiga!’”. Después recibí otro mensaje del SEÑOR: «Zorobabel es quien colocó los cimientos de este templo y él los terminará. Así ustedes sabrán que el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales me envió. No menosprecien estos modestos comienzos, pues el SEÑOR se alegrará cuando vea que el trabajo se inicia y que la plomada está en las manos de Zorobabel». (Las siete lámparas representan los ojos del SEÑOR que recorren toda la tierra). Entonces le pregunté al ángel: —¿Qué son esos dos olivos a cada lado del candelabro y las dos ramas de olivo que vierten aceite dorado por dos tubos de oro? —¿No lo sabes? —preguntó. —No, mi señor —respondí. Entonces él me dijo: —Representan a los dos ungidos que están de pie en la corte del Señor de toda la tierra.
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