El rey David averiguó si había alguien de la familia de Saúl a quien pudiera beneficiar en memoria de Jonatán y, como la familia de Saúl había tenido un administrador que se llamaba Siba, mandaron por él. Cuando Siba se presentó ante el rey David, este preguntó: —¿Tú eres Siba? —A sus órdenes —respondió. —¿No queda nadie de la familia de Saúl a quien yo pueda beneficiar en el nombre de Dios? —volvió a preguntar el rey. —Sí, todavía le queda a Jonatán un hijo que está tullido de ambos pies —le respondió Siba al rey. —¿Y dónde está? —En Lo Debar; vive en casa de Maquir, hijo de Amiel. Entonces el rey David mandó a buscarlo a casa de Maquir, hijo de Amiel, en Lo Debar. Cuando Mefiboset, que era hijo de Jonatán y nieto de Saúl, estuvo en presencia de David, se inclinó ante él rostro en tierra. —¿Tú eres Mefiboset? —preguntó David. —A sus órdenes —respondió él. —No temas, pues en memoria de tu padre Jonatán he decidido beneficiarte. Voy a devolverte todas las tierras que pertenecían a tu abuelo Saúl y de ahora en adelante te sentarás a mi mesa.
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