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Isaías 1:1-18

Isaías 1:1-18 NVI

Visión que recibió Isaías, hijo de Amoz, acerca de Judá y Jerusalén, durante los reinados de Uzías, Jotán, Acaz y Ezequías, reyes de Judá. ¡Oigan, cielos! ¡Escucha, tierra! Porque el SEÑOR ha hablado: «Yo crie hijos y los hice crecer, pero ellos se rebelaron contra mí. El buey conoce a su dueño y el asno el pesebre de su amo; ¡pero Israel no conoce, mi pueblo no comprende!». ¡Ay, nación pecadora, pueblo cargado de culpa, generación de malhechores, hijos corruptos! ¡Han abandonado al SEÑOR! ¡Han despreciado al Santo de Israel! ¡Le han dado la espalda! ¿Por qué recibir más golpes? ¿Por qué insistir en la rebelión? Toda su cabeza está herida, todo su corazón está enfermo. Desde la planta del pie hasta la coronilla no les queda nada sano: todo en ellos es heridas, moretones y llagas abiertas, que no les han sido curadas, ni vendadas, ni aliviadas con aceite. Su país está desolado, sus ciudades son presa del fuego; ante sus propios ojos los extraños devoran sus campos; su país está desolado, como si hubiera sido destruido por extranjeros. La hija Sión ha quedado como cobertizo en un viñedo, como choza en un huerto de pepinos, como ciudad sitiada. Si el SEÑOR de los Ejércitos no nos hubiera dejado un remanente de sobrevivientes, seríamos ya como Sodoma, nos pareceríamos a Gomorra. ¡Oigan la palabra del SEÑOR, gobernantes de Sodoma! ¡Escuchen la instrucción de nuestro Dios, pueblo de Gomorra! «¿De qué me sirven sus muchos sacrificios?», dice el SEÑOR. «Harto estoy de holocaustos de carneros y de la grasa de animales engordados; la sangre de novillos, corderos y machos cabríos no me complace. ¿Por qué vienen a presentarse ante mí? ¿Quién les mandó traer animales para que pisotearan mis atrios? No me sigan trayendo vanas ofrendas; el incienso es para mí una abominación. Luna nueva, día de reposo, asambleas convocadas; ¡no soporto sus asambleas que me ofenden! Yo aborrezco sus lunas nuevas y festividades; se me han vuelto una carga que estoy cansado de soportar. Cuando levantan sus manos, yo aparto de ustedes mis ojos; aunque multipliquen sus oraciones, no las escucharé. »¡Tienen las manos llenas de sangre! »¡Lávense, límpiense! ¡Aparten de mi vista sus obras malvadas! ¡Dejen de hacer el mal! ¡Aprendan a hacer el bien! ¡Busquen la justicia y restituyan al oprimido! ¡Aboguen por el huérfano y defiendan a la viuda!». «Vengan, pongamos las cosas en claro», dice el SEÑOR. «Aunque sus pecados sean como escarlata, quedarán blancos como la nieve. Aunque sean rojos como la púrpura, quedarán como la lana.