Anda, pues, delante de ellos, y grábalo en una tablilla.
Escríbelo en un rollo de cuero,
para que en los días venideros
quede como un testimonio eterno.
Porque este es un pueblo rebelde; son hijos mentirosos,
hijos que no quieren escuchar la Ley del SEÑOR.
A los videntes les dicen:
«¡No tengan más visiones!»,
y a los profetas:
«¡No nos sigan profetizando la verdad!
Dígannos cosas agradables,
profeticen ilusiones.
¡Apártense del camino,
retírense de esta senda
y dejen de enfrentarnos
con el Santo de Israel!».
Así dice el Santo de Israel:
«Ustedes han rechazado esta palabra;
han confiado en la opresión y en la perversidad
y se han apoyado en ellas.
Por eso su iniquidad se alzará frente a ustedes
como un muro alto y agrietado, a punto de derrumbarse:
¡de repente, en un instante, se desplomará!
Quedará hecha pedazos,
hecha añicos sin piedad, como vasija de barro:
ni uno solo de sus pedazos servirá
para sacar brasas del fuego
ni agua de una cisterna».
Porque así dice el SEÑOR y Dios, el Santo de Israel:
«En el arrepentimiento y la calma está su salvación,
en la serenidad y la confianza está su fuerza,
¡pero ustedes no lo quieren reconocer!
Se resisten y dicen: “Huiremos a caballo”.
¡Por eso, así tendrán que huir!
Dicen: “Cabalgaremos sobre caballos veloces”.
¡Por eso, veloces serán sus perseguidores!
Ante la amenaza de uno solo,
mil de ustedes saldrán huyendo;
ante la amenaza de cinco,
huirán todos ustedes.
Quedarán abandonados
como un mástil en la cima de una montaña,
como una bandera sobre una colina».
Por eso el SEÑOR los espera, para tenerles piedad;
por eso se levanta para mostrarles compasión.
Porque el SEÑOR es un Dios de justicia.
¡Dichosos todos los que en él esperan!
Pueblo de Sión, que habitas en Jerusalén, ya no llorarás más. ¡El Dios de piedad se apiadará de ti cuando clames pidiendo ayuda! Tan pronto como te oiga, te responderá. Aunque el Señor te dé pan de adversidad y agua de aflicción, tus maestros no se esconderán más; con tus propios ojos los verás. Ya sea que te desvíes a la derecha o a la izquierda, tus oídos percibirán a tus espaldas una voz que te dirá: «Este es el camino; síguelo». Entonces profanarás tus ídolos enchapados en plata y tus imágenes revestidas de oro; los arrojarás como trapo impuro y les dirás: «¡Fuera de aquí!».
El Señor te enviará lluvia para la semilla que siembres en la tierra, y el alimento que produzca la tierra será suculento y abundante. En aquel día tu ganado pacerá en extensas praderas. Los bueyes y los burros que trabajan la tierra comerán el mejor grano, arrojado al aire con pala y rastrillo. En el día de la gran masacre, cuando caigan las torres, habrá arroyos y corrientes de agua en toda montaña alta y en toda colina elevada. Cuando el SEÑOR ponga una venda en la fractura de su pueblo y sane las heridas que le causó, brillará la luna como el sol, y será la luz del sol siete veces más intensa, como la luz de siete días enteros.