Llegaron también unos recaudadores de impuestos para que los bautizara.
—Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros? —preguntaron.
—No cobren más de lo debido —respondió.
—Y nosotros, ¿qué debemos hacer? —preguntaron unos soldados.
Y les dijo:
—No extorsionen a nadie ni hagan denuncias falsas; más bien confórmense con lo que les pagan.
La gente estaba a la expectativa y todos se preguntaban si acaso Juan sería el Cristo.
—Yo los bautizo a ustedes con agua —respondió Juan a todos—. Pero está por llegar uno más poderoso que yo, a quien ni siquiera merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. Tiene el aventador en la mano para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. La paja, en cambio, la quemará con fuego que nunca se apagará.
Y con muchas otras palabras exhortaba Juan a la gente y le anunciaba las buenas noticias. Pero, cuando reprendió al tetrarca Herodes por el asunto de su cuñada Herodías, y por todas las otras maldades que había cometido, Herodes llegó hasta el colmo de encerrar a Juan en la cárcel.
Un día en que todos acudían a Juan para que los bautizara, Jesús fue bautizado también. Y mientras oraba, se abrió el cielo y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma de paloma. Entonces se oyó una voz que desde el cielo decía: «Tú eres mi Hijo amado; estoy muy complacido contigo».
Jesús tenía unos treinta años cuando comenzó su ministerio. Era hijo, según se creía, de José. Esta es la lista de sus antepasados:
José, Elí, Matat,
Leví, Melquí, Janay,
José, Matatías, Amós,
Nahúm, Eslí, Nagay,
Máat, Matatías, Semeí,
Josec, Yodá, Yojanán,
Resa, Zorobabel, Salatiel,
Neri, Melquí, Adí,
Cosán, Elmadán, Er,
Josué, Eliezer, Jorín,
Matat, Leví, Simeón,
Judá, José, Jonán,
Eliaquín, Melea, Mainán,
Matata, Natán, David,
Isaí, Obed, Booz,
Salmón, Naasón, Aminadab,
Ram, Jezrón,
Fares, Judá, Jacob,
Isaac, Abraham, Téraj,
Najor, Serug, Ragau,
Péleg, Éber, Selaj,
Cainán, Arfaxad, Sem,
Noé, Lamec, Matusalén,
Enoc, Jared, Malalel,
Cainán, Enós, Set, Adán,
Dios.