»Ahora, pues, este mandamiento es para ustedes, los sacerdotes. Si no me hacen caso ni se deciden a honrar mi nombre —dice el SEÑOR de los Ejércitos—, les enviaré una maldición y maldeciré sus bendiciones. Ya las he maldecido, porque ustedes no se han decidido a honrarme. »Por esto, voy a reprender a sus descendientes. Les arrojaré a la cara el estiércol de los sacrificios de sus fiestas y los barreré junto con ellos. Entonces sabrán que les he dado este mandamiento, a fin de que continúe mi pacto con Leví —dice el SEÑOR de los Ejércitos—. Mi pacto con él era de vida y paz, y eso le di; era también de respeto y él me respetó y reverenció mi Nombre. En su boca había instrucción veraz; en sus labios no se encontraba perversidad. En paz y rectitud caminó conmigo y apartó del pecado a muchos. »Los labios de un sacerdote atesoran sabiduría y de su boca el pueblo busca instrucción, porque es mensajero del SEÑOR de los Ejércitos. Pero ustedes se han desviado del camino y mediante su instrucción han hecho tropezar a muchos; ustedes han arruinado el pacto con Leví —dice el SEÑOR de los Ejércitos—. Por mi parte, yo he hecho que ustedes sean despreciables y viles ante todo el pueblo, porque no han guardado mis caminos, sino que son parciales cuando enseñan la Ley».
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