Envió a su siervo Moisés, y a Aarón, a quien había escogido, y estos hicieron señales milagrosas entre ellos, maravillas en el país de Cam. Envió tinieblas y la tierra se oscureció, pero ellos se rebelaron contra sus palabras. Convirtió en sangre sus aguas y causó la muerte de sus peces. Todo Egipto se infestó de ranas, hasta las habitaciones de sus reyes. Habló Dios e invadieron todo el país enjambres de tábanos y mosquitos. Convirtió la lluvia en granizo y lanzó rayos sobre su tierra; derribó sus vides y sus higueras, y destrozó los árboles de su territorio. Dio una orden y llegaron las langostas y una infinidad de saltamontes. Arrasaron con toda la vegetación del país, devoraron los frutos de sus campos. Hirió de muerte a todos los primogénitos del país, las primicias de su virilidad. Sacó a los israelitas cargados de plata y oro y no hubo entre sus tribus nadie que tropezara. Los egipcios se alegraron de su partida, pues el miedo a los israelitas los dominaba. Él los cubrió con una nube y con fuego los alumbró de noche. Pidió el pueblo comida y les envió codornices; los sació con pan del cielo. Abrió la roca y brotó agua que corrió por el desierto como un río.
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