Con todo el corazón clamo a ti, SEÑOR; respóndeme, y obedeceré tus estatutos. A ti clamo: «¡Sálvame!», y guardaré tus mandatos. Muy de mañana me levanto a pedir ayuda; en tus palabras he puesto mi esperanza. Mis ojos están abiertos en las vigilias de la noche, para meditar en tus promesas. Conforme a tu gran amor, escucha mi voz; conforme a tus leyes, SEÑOR, dame vida. Ya se acercan mis crueles perseguidores, pero andan muy lejos de tu Ley. Tú, SEÑOR, también estás cerca, y todos tus mandamientos son verdad. Desde hace mucho conozco tus mandatos, los cuales estableciste para siempre.
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