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Salmo 77:1-20

Salmo 77:1-20 NVI

A Dios elevo mi voz suplicante; a Dios elevo mi voz para que me escuche. Cuando estoy angustiado, recurro al Señor; sin cesar elevo mis manos por las noches, pero me niego a recibir consuelo. Me acuerdo de Dios y me lamento; medito en él y mi espíritu desfallece. Selah Me impides cerrar los ojos; tan turbado estoy que ni hablar puedo. Me pongo a pensar en los tiempos de antaño; de los años ya idos me acuerdo. En la noche recuerdo mi canción; mi corazón medita y mi espíritu pregunta: «¿Nos rechazará el Señor para siempre? ¿No volverá a mostrarnos su buena voluntad? ¿Se habrá agotado para siempre su gran amor y su promesa por todas las generaciones? ¿Se habrá olvidado Dios de sus misericordias y en su enojo ya no quiere tenernos compasión?». Selah Y me pongo a pensar: «Esto es lo que me duele: que haya cambiado la diestra del Altísimo». Prefiero recordar las hazañas del SEÑOR, traer a la memoria sus milagros de antaño. Meditaré en todas tus proezas; evocaré tus obras poderosas. Santos, oh Dios, son tus caminos; ¿qué dios hay tan excelso como nuestro Dios? Tú eres el Dios que hace maravillas; el que despliega su poder entre los pueblos. Con tu brazo poderoso redimiste a tu pueblo, a los descendientes de Jacob y de José. Selah Las aguas te vieron, oh Dios, las aguas te vieron y se agitaron; el propio abismo se estremeció con violencia. Derramaron su lluvia las nubes; retumbaron con estruendo los cielos; rasgaron el espacio tus flechas. Tu estruendo retumbó en el torbellino y tus relámpagos iluminaron el mundo; la tierra se estremeció con temblores. Te abriste camino en el mar, pasaste entre las muchas aguas, y no se hallaron tus huellas. Por medio de Moisés y de Aarón guiaste como un rebaño a tu pueblo.