Dichoso aquel a quien tú, SEÑOR, corriges; aquel a quien instruyes en tu Ley, para que enfrente tranquilo los días malos, mientras al impío se le cava una fosa. El SEÑOR no rechazará a su pueblo; no dejará a su herencia en el abandono. El juicio volverá a basarse en la justicia y todos los de corazón sincero la seguirán. ¿Quién se levantará a defenderme de los malvados? ¿Quién se pondrá de mi parte contra los malhechores? Si el SEÑOR no me hubiera brindado su ayuda, muy pronto me habría quedado en mortal silencio. No bien decía: «Mis pies resbalan», cuando ya tu gran amor, SEÑOR, venía en mi ayuda. Cuando en mí la angustia iba en aumento, tu consuelo llenaba mi alma de alegría. ¿Te asociarías con reyes corruptos que por decreto fraguan la maldad, que conspiran contra la vida de los justos y condenan a muerte al inocente? Pero el SEÑOR es mi protector, es mi Dios y la Roca en que me refugio. Él les hará pagar por sus pecados y los destruirá por su maldad; el SEÑOR nuestro Dios los destruirá.
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