»¡Jerusalén! Viene el día del SEÑOR cuando tus despojos serán repartidos en tus propias calles. Movilizaré a todas las naciones para que peleen contra ti. Te conquistarán, saquearán tus casas y violarán a tus mujeres. La mitad de tus habitantes irá al exilio, pero el resto del pueblo se quedará contigo. Entonces saldrá el SEÑOR y peleará contra aquellas naciones, como cuando pelea en el día de la batalla.
»En aquel día sus pies estarán en el monte de los Olivos que se encuentra al este de Jerusalén. El monte de los Olivos se partirá en dos de este a oeste, formará un gran valle, con una mitad del monte desplazándose al norte y la otra mitad al sur. Ustedes huirán por el valle de mi monte, porque se extenderá hasta Asal. Huirán como huyeron del terremoto en los días de Uzías, rey de Judá. Entonces vendrá el SEÑOR mi Dios acompañado de todos los santos.
»En aquel día no habrá luz ni hará frío. Será un día excepcional que solo el SEÑOR conoce: no tendrá día ni noche, pues, cuando llegue la noche, seguirá alumbrando la luz.
»En aquel día fluirá agua viva desde Jerusalén, tanto en verano como en invierno. Una mitad correrá hacia el mar Muerto y la otra, hacia el mar Mediterráneo. El SEÑOR será rey sobre toda la tierra. En aquel día el SEÑOR será el único Dios y su nombre será el único nombre.
»Desde Gueba hasta Rimón, al sur de Jerusalén, todo el país se volverá un desierto. Pero Jerusalén se levantará y permanecerá en su lugar, desde la puerta de Benjamín hasta el sitio de la puerta Primera, hasta la puerta del Ángulo, y desde la torre de Jananel hasta los lagares del rey. Jerusalén volverá a ser habitada, estará segura y nunca más será destruida.
»Esta es la plaga con la que el SEÑOR herirá a todos los pueblos que pelearon contra Jerusalén: se les pudrirá la carne en vida, se les pudrirán los ojos en las cuencas y se les pudrirá la lengua en la boca. En aquel día el SEÑOR los llenará de pánico. Cada uno levantará la mano contra el otro; se atacarán entre sí. También Judá peleará en Jerusalén. Se recogerán las riquezas de todas las naciones vecinas y grandes cantidades de oro, plata y ropa. Una plaga semejante herirá también a caballos y mulos, camellos y asnos, y a todo animal que esté en aquellos campamentos.
»Entonces los sobrevivientes de todas las naciones que atacaron a Jerusalén subirán año tras año para adorar al Rey, al SEÑOR de los Ejércitos, y para celebrar la fiesta de las Enramadas. Si alguno de los pueblos de la tierra no sube a Jerusalén para adorar al Rey, al SEÑOR de los Ejércitos, tampoco recibirá lluvia. Y si el pueblo egipcio no sube ni participa, tampoco recibirá lluvia. El SEÑOR enviará una plaga para castigar a las naciones que no suban a celebrar la fiesta de las Enramadas. ¡Así será castigado Egipto y todas las naciones que no suban a celebrar la fiesta de las Enramadas!
»En aquel día los cascabeles de los caballos llevarán esta inscripción: CONSAGRADO AL . Las ollas de cocina del Templo del SEÑOR serán como los tazones sagrados que están frente al altar del sacrificio. Toda olla de Jerusalén y de Judá será consagrada al SEÑOR de los Ejércitos. Además, todo el que vaya a sacrificar tomará algunas de esas ollas y cocinará en ellas. En aquel día no habrá más mercaderes en el Templo del SEÑOR de los Ejércitos».