La palabra de Samuel llegaba a todo el pueblo de Israel.
Por esos días Israel salió a entablar combate contra los filisteos, y acampó junto a Ebenezer, mientras que los filisteos acamparon en Afec.
Los filisteos presentaron una cerrada batalla contra Israel, y lo vencieron, matando como a cuatro mil hombres.
Cuando el pueblo volvió al campamento, los ancianos israelitas preguntaron:
«¿Por qué permitió el Señor que los filisteos nos vencieran? Vayamos a Silo, donde está el arca del Señor. Ella tiene que acompañarnos siempre, para que nos salve de nuestros enemigos.»
Entonces el pueblo mandó traer de Silo el arca del pacto del Señor de los ejércitos, que habita entre los querubines. Jofní y Finés, los dos hijos de Elí, resguardaban en Silo el arca del pacto de Dios.
Cuando el arca del pacto del Señor llegó al campamento, todo el pueblo de Israel gritó con tanto júbilo que la tierra se estremeció.
Al oír los gritos, los filisteos se preguntaron: «¿Por qué hay tantas voces de júbilo en el campamento de los hebreos?» Y al saber que el arca del pacto del Señor había llegado allí,
con mucho miedo dijeron: «¡Dios ha venido al campamento! ¿Qué va a ser de nosotros? ¡Nunca antes nos había pasado algo así!
¡Ay de nosotros! ¿Quién nos librará del poder de este Dios tan poderoso? ¡Fue él quien castigó a los egipcios con plagas en el desierto!
Hermanos filisteos, tenemos que luchar con valor para no convertirnos en esclavos de los hebreos, como ellos lo han sido de nosotros. ¡Portémonos varonilmente, y peleemos!»
Y los filisteos pelearon y vencieron a los israelitas, y los hicieron huir a sus tiendas. Fue tan grande la mortandad que ese día cayeron treinta mil israelitas de infantería.
Además, los filisteos se llevaron el arca de Dios, y mataron a Jofní y Finés, los dos hijos de Elí.
Pero ese mismo día uno de los descendientes de Benjamín salió corriendo de la batalla y llegó a Silo. Llevaba rasgada la ropa, y su cabeza estaba cubierta de tierra.
Cuando llegó, Elí estaba en una silla vigilando el camino, pues estaba muy acongojado porque se habían llevado el arca de Dios. Cuando aquel hombre llegó a la ciudad, y contó lo que había pasado en la batalla, toda la ciudad se puso a gritar.
Elí oyó la gritería, y preguntó:
«¿Por qué hay tanto alboroto?»
Aquel hombre fue y le dio la noticia.
Elí tenía noventa y ocho años, y la vista se le había apagado, así que ya no podía ver.
Y esta fue la noticia que recibió:
«Vengo de pelear contra los filisteos, pero logré escapar.»
Y Elí preguntó:
«¿Qué fue lo que pasó, hijo mío?»
Y el mensajero le respondió:
«Los soldados de Israel fueron vencidos, y huyeron de los filisteos. Hubo muchos muertos entre el pueblo, entre ellos tus dos hijos, Jofní y Finés. Además, los filisteos se llevaron el arca de Dios.»
Cuando el hombre dijo que el arca de Dios había sido capturada, Elí se fue de espaldas y se cayó de la silla, cerca de la entrada del templo, y se desnucó y murió, pues ya era viejo y estaba pesado. Durante cuarenta años había gobernado al pueblo de Israel.